Los ejemplos de como el dinero de la corrupción, el narcotrafico, el crimen organizado contaminan la clase política, que toma el poder y sume a los pueblos en procesos de inestabilidad, retrocesos y penurias, están a la vista por toda nuestra Latinoamérica.
La llegada de un Pablo Escobar a las bancadas del Congreso de Colombia no es distante de como populistas -de Hugo Chavez a Daniel Ortega, tratando de emular a los Castro y Cuba- arribaron a la presidencia por las urnas y se conviertieronn en déspotas, que irrespetan todo y a todos en su meta es perpetuarse en el poder.
Rafael Correa, Nayib Bukele, Nicolás Maduro son también ejemplos de esa camada.
Emboban a los pueblos con promesas de progreso, lucha por los problemas de las mayorías, garantías de respeto e igualdad, lo que nunca cumplen.
Jueces venales, fiscales comprometidos, periodistas y medios propagandistas, una sociedad civil buscando ganar posiciones sin mojarse el ruedo. Todos involucrados en las más asqueantes prácticas de corrupción.
Lo que ocurre en Nicaragua, con Ortega, no mueve a sorpresas pero si nos da experiencias, para evitar las repeticiones.
Para evitar esos pichones de dictador.
14 de junio, 2021