El país está de duelo, acongojado y triste por la tragedia que nos dejó muchos muertos y heridos.
Un solo fallecido es mucho, y los hemos llorado desconsoladamente. Más de doscientos treinta es demasiado, y se nos hace difícil asimilarlo. Satisface, del mismo modo, haber logrado salvar más de 180 personas atrapados entre los escombros.
De ahí que es de justicia el reconocimiento que el presidente Luis Abinader, en nombre del Estado, ha hecho a los más de cuatro mil rescatistas, la generalidad voluntarios, que junto a personal de ambulancias y hospitales, por más de 59 horas se empeñaron en rescatar sobrevivientes y los cuerpos de los fallecidos. Un gran operativo que hoy saluda una población agradecida.
Así, impactado por esta tragedia, los dominicanos entramos en la celebración de la Semana Santa con llamados a la prevención, la reflexión, el recogimiento.
Una oportunidad para mirar hacia adelante, para reflexionar sobre la realidad que nos imponen los retos que tenemos y que, como nos enseñara la desgracia, debemos y podemos enfrentar como sociedad, como nación, como una gran familia.
Retos como la decisión de enfrentar el complejo tema migratorio, seguridad nacional incluida, que se ha propuesto el Gobierno dominicano. O el impacto por las medidas económicas que impone Estados Unidos al mundo.
Aprovechemos la Semana Santa para renovar nuestra fe y confianza para volver cargados de la decisión de empujar, juntos, nuestro país hacia la solución de tantos temas pendientes.
Es hora de ver y actuar con objetividad sobre nuestras realidades. Hora de aislar el falso populismo oportunista, de voces que en su oposición a ‘todo’ pretenden incitarnos al descreimiento y la desesperanza.