Unas declaraciones del ministro de Energía y Minas, el amigo ingeniero Antonio Almonte, acerca de las llamadas tierras raras en la zona de Pedernales, me llamaron poderosamente la atención, no en términos orgánicos sobre la composición del elemento natural, sino en otra dirección.
Antes de entrar en esta cuestión, es necesario que los lectores—legos como yo en la materia—sepan a qué nos referimos con eso de “tierras raras”, para lo cual me auxilié de datos someros aportados por el Colegio de Geólogos de España, que en su página de internet refiere lo siguiente:
“Las tierras raras no son realmente “tierras”, sino un grupo muy variado de elementos químicos, y tampoco son tan escasos en la Tierra, ya que algunos son bastante abundantes (el cerio, por ejemplo, es el elemento 25º en la tabla de abundancia en la corteza terrestre, parecido al cobre)”.
Y sigue: “El nombre de tierras es heredado, porque en la historia de la química, a los óxidos se les llamaba tierras y a este grupo de elementos se les quedó pegado el nombre”.
Existiendo decenas o cientos de referencias, prefiero quedarme con esa no tan compleja, para correr el menor riesgo al meterme en algo que no domino.
Por ello, solo hablaré de la información aportada por Toñito Almonte en su conversación en televisión con los colegas Dany Alcántara, Óscar Medina y Luisín Mejía, la que debería ser objeto de la misma inquietud para muchos dominicanos.
El ministro Almonte declaró que, en la evaluación del potencial de “tierras raras” en la zona de Pedernales, se están auxiliando del cuerpo de ingenieros del Ejército de los Estados Unidos. Y fue ahí donde paré las orejas, como decimos coloquialmente.
¿Por qué? Porque para nadie es secreto que Estados Unidos y otras potencias andan a la caza de esos materiales orgánicos de la naturaleza, dada la importancia estratégica que estos tienen para determinados procesos industriales, en especial los tecnológicos de alta complejidad.
Al ministro Almonte no le sugirieron abundar, pero no es tan descabellado suponer que la “asesoría” de los guardias estadounidenses no ocurre por una vocación filantrópica, sino para tener ese material a la mano, de ser cuantificable su presencia en nuestro suelo.
Sabemos, “desde que el mundo es mundo”, aquello de que “el amor y el interés se fueron al campo un día, y más pudo el interés que el amor que se tenían».