El anuncio reiterado del presidente Abinader -ratificado en la reforma a la Constitución- de que su mandato concluye en el 2028, motorizó las aspiraciones, legítimas, de dirigentes del partido gobernante por la candidatura para las próximas elecciones presidenciales.
En una carta del 30 de septiembre, Guido Gómez Mazara dijo a José Ignacio Paliza, presidente del PRM, que “me preocupan las aspiraciones a destiempo porque terminan fragmentando la unidad alrededor de la gestión gubernamental y corroen la noción de autoridad presidencial… ahora lo que importa es el conjunto”.
Para más, el presidente Abinader, con buenas notas en su ejercicio de casi cinco años, previendo lo que se desataría, reunió, en mayo y en septiembre, a los ‘presidenciables’ visibles del PRM en procura de un compromiso de contener una campaña interna y sus efectos en la operatividad de la administración pública.
La oposición, sin embargo, dado el anuncio de que Abinader no estará en la papeleta electoral del 2028, agita ya banderas proselitistas: el fernandismo -en el entorno de padre e hijo- desde la FP, y el peledeísmo, con Francisco Javier a cabeza visible. El oficialismo, que exhibe varios nombres y ‘ofertas’ -algunos puros cosméticos mediáticos, otros sonoros herencias perredeístas, pocas fruto de trabajo en las bases-, ¿se quedará de brazos cruzados?
Paliza quiere en enero reglas que eviten un desborde que convierta las dependencias públicas en un campo de batalla de las tendencias intestinas del PRM.
Una realidad, que llama a la prudencia, fue advertida por Guido: nadie en el PRM puede tener éxito en el 2028, si este gobierno no hace buena gestión de desempeño.
¿Logrará el PRM esa ‘moderación’ pretendida?