Cuando se vive en una burbuja, en una poltrona desde donde se pretende trazar la vida de los demás, hasta la maldad aburre. Y llegan las frustraciones.
Comentaba con un amigo sobre sus preocupaciones por los giros que ha dado el ejercicio del periodismo desde algunos ámbitos de la vida nacional, en especial desde trincheras utilizadas por mercenarios que pretenden descalificar, desacreditar, extorsionar.
Unos lo hacen como medio de ‘ganar’ fortunas, aprovechando gente que prefiere que ni se les mencione, para ‘no estar en el medio’ -como me dijo un amigo empresario privado y como me había adelantado otro, político-funcionario- y así no ser blanco ‘apetecible’ para la extorsión, con razón o por posición.
Otros, como forma de desahogo por sus frustraciones, a veces por no haber alcanzado posiciones cimeras y ‘reconocimientos’ de los que se creen todo merecedores, por su ‘intelectualidad’, pero también porque la envidia por los éxitos de otros, los corroe cual carcoma sobre madera.
Me da vergüenza ajena, cuando conversando sobre temas generales, algún amigo menciona la difusión de falsedades, presiones, extorsiones de parte de pseudoperiodistas que tienen el tupé, el descaro, de reivindicar las bondades del buen ejercicio del periodismo, tratando de justificar el ‘derecho’ que ‘les da’ esa libertad, tan duramente ganada y sustentada, por tantos años, en nuestro país.
Uno de esos expertos en las falsedades y ataques por dinero o frustración, comenta orondo su accionar con el estribillo de la canción de Vickiana: ‘Es mejor ser mala y parecer buena, que ser buena y que te acusen de mala’. Reforzado con el eufemismo de que ‘total, gano plata y me tienen miedo’.
¡Dios mío!