El actual no es el primero ni será el último conflicto que enfrenta República Dominicana con Haití.
El tema actual, si lo vemos en el contexto de la cadena de choques que con Haití, pareciera ‘ligero’ frente a muchas otras situaciones –la irrupción de tonton macutes en la embajada dominicana en Puerto Príncipe, en 1963, o el tiroteo a la caravana del Presidente Leonel Fernández en la capital haitiana en 2005, por ejemplo- de una larga cadena de agresiones, provocaciones y agravios, políticos y diplomáticos.
El ‘gobierno’ haitiano se ha puesto al ‘margen’ de la construcción del canal y envalentonados grupos de ‘campesinos’ y ‘empresarios privados’, enquistados en la zona fronteriza, desafían el reclamo dominicano de detener la obra. La ‘comunidad internacional’, cual ‘gatita de María Ramos’, demanda revocar las medidas de presión del Gobierno dominicano tomadas en el marco de una coherente política que ha llevado el Presidente Luis Abinader en todos los escenarios nacionales e internacionales por la solución de la crisis haitiana.
El Caricom se queja, pero socios de los haitianos, como Bahamas, los enjaulan y deportan; los ‘solidarios’ cubanos los devuelven en las mismas embarcaciones en que llegan; los norteamericanos, paladines del respeto a los derechos y las migraciones, los ‘aperrean’ con látigos y caballos, mientras Naciones Unidas y otros organismos tratan de imponernos reglas de repatriación, sin valorar los cientos de miles que acogemos, viven y trabajan en nuestro país. Este escenario complejo y peligroso demanda cabeza fría. Esfuerzo de nación. Los periquitos, dejémoslo para luego, que tiempo habrá de ‘lavar la ropa sucia’, en casa.