Dos anuncios de reformas: a la Constitución -de corte político- y la Fiscal -sobre la economía y la situación social- constituyen hoy el centro de la atención Nacional.
La decisión de ambas reformas no es nuevo. Se ha socializado en los últimos tres años y medio, desde el inicio mismo de la actual gestión del Presidente Luis Abinader.
No hay porque temer a las reformas. Lo que hay que hacer es discutirlas y consensuarlas. Pese a tener la mayoría congresual para ‘imponer’ las reformas, Abinader ha llamado al diálogo. Y ese es el camino correcto.
Sobre la reforma a la Constitución, se han enunciado dos temas: la creación de un instrumento para establecer un ministerio público independiente, y la colocación de ‘candados’ para evitar futuras reformas sobre la reelección presidencial. Lo del ministerio público independiente es discutido por los expertos en la materia, mientras sobre la reelección, las dudas persisten ante el ejemplo de las ambiciones de poder que desarrollaron Balaguer, Hipólito, Leonel y Danilo al querer perpetuarse en el poder. Abinader ha garantizado, y reiterado, que su mandato en el Palacio Nacional concluye en el 2028. Y hay que tomarle la palabra.
La reforma fiscal es más compleja. Todos -economistas, políticos, empresarios, la sociedad en general- dicen comprender la necesidad de ‘ajustar’ la presión tributaria para poder realizar la obras de desarrollo que demanda el país. Pero nadie parece ‘aceptar’ los sacrificios económicos que ello representa. Temas como la grosera evasión, la calidad del gasto, los incentivos, será necesario resolverlos.
El momento llama a la concertación, unir fuerzas por el futuro de la nación.