Me ha conturbado la muerte violenta del joven Julio César de la Rosa Jr. a consecuencia de lo que hasta ahora se maneja como un accidente vial. Y me ha entristecido porque además de ser el hijo de un amigo de mis afectos profundos, como padre me siento reflejado en el dolor que un episodio de esa naturaleza provoca en el seno de la familia, de la sociedad.
La violencia intrafamiliar, callejera, doméstica, como prefiera llamársele, pero violencia al fin, ha llevado mucho dolor, sufrimiento a la población en los últimos días, en lo que parece ser una de esas oleadas de desgracias que nos acomete de tiempo en tiempo. Tres asesinatos de mujeres y posteriores suicidios de sus victimarios, una joven apuñada y dejada por muerta en Pedro Brand, dos oficiales militares se suicidan, dos jóvenes encontrados muertos a tiros en un vehículo en una calle de Gascue, un pastor evangélico es acusado de violación de varias jovencitas menores en Los Alcarrizos y otro diácono responsabilizado de la violación de niños menores. El lunes, el noticiario de televisión SIN relataba de una joven cuya ex pareja la agredió con un machete casi mutilando sus manos, salvadas apenas por la pericia y decisión de los médicos, donde fue llevada seriamente herida.
Son algunos casos, ocurridos en los últimos días, horas, en la nación, que nos sacuden y llevan a preguntarnos ¿qué está ocurriendo en nuestra sociedad? ¿Qué hacer? No lo sé. No tengo respuestas. Pero estoy triste y preocupado.Pero algo debemos hacer para revertir esta situación que nos atemoriza, nos perturba, nos angustia.