Juan Acosta
Especial para HoraxHora
Hace 72 años, un grupo de hombres, entre los que se encontraba Miguelucho Feliú, inició un esfuerzo por derrocar la dictadura de Rafael L. Trujillo con un desembarco armado que fue frustrado, pero que sembró una semilla que germinaría doce años después cuando otro grupo de hombres dio muerte al tirano en una avenida de las afueras de la Capital. Feliú volvería en otra a aventura similar en la expedición de 1959 tratando de cumplir la misión de diez años atrás. Esta expedición, de 1959, también fracasó.
Así, este sábado, 19 de junio, la República Dominicana recuerda con orgullo el 72 aniversario de la expedición, iniciada en Luperón, Puerto Plata, en 1949, contra la dictadura trujillista.
El episodio de Luperón se produjo 19 años después de que el general Rafael Trujillo asaltara el poder cuando recibió la primera demostración -con hechos tangibles- de que los dominicanos le repudiaban y estaban dispuesto a enfrentarlo con las armas en sus manos.
El hecho comenzó al mediodía del aquel 19 de junio de 1949, cuando desde la pequeña posta militar localizada en las proximidades de la bahía de Luperón, se observó cómo un hidroavión Catalina planeaba para acuatizar,.
Debe decirse que la observación fue hecha por el único integrante militar que se encontraba en una rancheta, cuyo nombre y rango correspondían al raso Leopoldo Puente Rodríguez.
Pero este soldado jamás pensó que se trataba del comienzo de una expedición para combatir las atrocidades de la tiranía iniciadas antes de Trujillo asumir el poder en 1930, al que llegó aprovechando su condición de jefe del Ejército.
Una reseña escrita por la historiadora Ángela Peña en el matutino Hoy, refiere que la dictadura difundió una fabulosa historia acerca de este soldado, en la que se resaltaba “su valor y abnegación trujillista, enfrentando “con heroicidad” a los invasores. Por eso se dispuso su ascendido al rango de sargento mayor.
Peña agrega en la citada crónica que de boca de Horacio Julio Ornes Coiscou, jefe del grupo antitujillista, escuchó una historia distinta, “quizá por desconocimiento de las intenciones libertarias de los recién llegados o por ánimo de supervivencia, Puente Rodríguez los recibió dispuesto a cooperar con ellos”.
“Horacio Julio hablaba con reticencia de esta etapa de su vida. Cuando se le preguntaba sobre ello, se mostraba más inclinado a hablar de su suegro, don Juancito Rodríguez, quien consagró su fortuna a patrocinar varios movimientos destinados a liquidar la dictadura de Trujillo. De hecho, el hidroavión utilizado en esta invasión fue comprado por él”, precisa.
Otros aviones dispuestos para completar al grupo armado y comandados por el general Miguel Ángel Ramírez Alcántara y por el propio Juancito como jefe militar, también fueron adquiridos por él, pero estas aeronaves pudieron hacer el viaje a República Dominicana.
En el grupo estaban los nicaragüenses Alejandro Seleva, José Córdova Boniche y Alberto Ramírez; el costarricense Alfonso Leyton, el salvadoreño Manuel Calderón; los estadounidenses Chewing y Scruggs y el mecánico, Joseph Maroot.
Estos últimos fueron contratados por don Juancito como operadores del aparato aéreo.
Dominicanos propiamente eran Horacio Julio, quien comandaba el grupo; José Rolando, Francisco Horacio Henríquez Vásquez, Hugo Kundhart, Tulio H. Arvelo y Miguel Ángel Feliú.
Miguelucho Feliú
Este último combatiente tuvo la suerte y la gloria de participar en ambas expediciones y entrenarse en la primera que se gestó en 1947, pero no pudo realizarse, conocida como Cayo Confite.
Miguelucho, como le llamaban sus familiares, amigos y compañeros de estudio y la lucha antitrujillista fue un héroe y mártir, torturado y fusilado en San Isidro en 1959.
Se entrenó en 1947 para venir en la frustrada invasión de Cayo Confites, pero en 1949 llegó por la de Luperón y sobrevivió junto a Horacio Julio Ornes, Tulio H. Arvelo, José Rolando Martínez Bonilla y el nicaragüense Félix Córdova Boniche.
Tras permitírsele salir del país, el eterno luchador antitrujillista volvió a los campos de entrenamientos y en 1959, retornando al suelo patrio en la expedición del 14 de junio, en la que volvió a ser apresado con vida.
Cuentan que cuando los sicarios del régimen lo llevaron sangrante y mal herido ante el cruel hijo mayor del tirano, Ramfis Trujillo, éste, indignado, le preguntó a su antiguo compañero de aulas: “Miguelucho ¿tú otra vez?”.
Su respuesta no pudo ser más valiente y decidida: “Sí, y si me sueltan vuelvo de nuevo para matar a ese perro”.
Este mártir de la dictadura cuyo nombre completo era Héctor Miguel Ángel Feliú Arzeno, pudo adaptarse a los privilegios que le ofrecía la tiranía, pues pertenecía a una familia acomodada e hijo del prominente general Quírico Feliú.
Además varios familiares eran servidores del gobierno y notables intelectuales, pero él y su hermano Fabio fueron radicales antitrujillistas desde que llegaron a la adolescencia.
Fabio fue asesinado en 1935, acontecimiento que aumentó su decisión de enfrentar al régimen.
Su indignación alcanzó tal grado, su familia, especialmente su madre hizo todo el esfuerzo posible para sacarlo del país, consciente del peligro que corría la vida del joven rebelde.
Para asegurarse de su saluda del país, ésta lo acompaño en el viaje que hizo a Estados Unidos, en donde en seguida se unió a los exiliados que denunciaban y luchaban para derrocar a Trujillo. Estuvo también en México, Guatemala y Cuba hasta que el 14 de junio de 1959 se inmoló en las montañas dominicanas.
En 1991 el Ayuntamiento del Distrito Nacional emitió una resolución designando con su nombre una calle de Santo Domingo, pero según se afirma, el tramo era tan corto, que con el tiempo ese homenaje fue desapareciendo.
Testimonio de Gómez Ochoa
El comandante cubano-dominicano Delio Gómez Ochoa, co-líder de la expedición del 14 de junio, refiere que durante los combates en la Cordillera Central, permanecían juntos él, Frank López, Rinaldo Sintjago, Antonio Achécar Kalaf, Pablito Mirabal y Miguelucho.
Agrega que él ni su ahijado Pablito no volvieron a ver los restantes. “Sé que ninguno murió en la emboscada del pobladito aquel. Quedaron heridos pero vivos y fueron asesinados posteriormente”.
Los restos de Miguelucho fueron identificados y exhumados en 1987 junto a otras osamentas “en las fosas que se abrieron en la Base Aérea de San Isidro, uno encima de otro, tirados como quiera…”, luego de ser fusilados en el patio del CEFA.