Ante un rechazo casi general -incluyendo una ‘rebelión’ de senadores- a una reforma fiscal, el Presidente Luis Abinader tomó el camino prudente y correcto que a muchos líderes les cuesta: ‘dar su brazo a torcer’ cuando se dan cuenta y asumen que los astros no se alinean en su favor.
El ‘globo de ensayo’ que lanzó el Gobierno, de manera no oficial, sobre los renglones que podrían conformar la reforma fiscal –anunciada y ponderada por el alto funcionariato- dio un pulso decisivo para provocar la marcha atrás, toda vez que el impacto social y político de la imposición de impuestos es tan, y hasta más fuerte, que el económico.
Y eso merecía la poderación que a todas luces hizo el Presidente, cuya conclusión fue la corecta: la prudencia era más aconsejable que el desafío.
Esta experiencia deja, sin embargo, varias tareas: debe ser efectivo el recorte, la eficientización y la calidad del gasto público anunciado; el alto volumen de las exoneraciones, exenciones, subsidios y determinados privilegios deben ser revisados, con una tijera de podar en las manos; la evasión fiscal, principalmente del Itbis y el Impuesto sobre la Renta, debe ser conjurada pues no se entiende que sus niveles, reconocidos por las mismas autoridades, ronden el 50% de los ingresos proyectados.
Si logramos que estos puntos sean una realidad quizas, entonces, no tendríamos que crear o subir impuestos ni pensar en reforma fiscal, por el momento.
Y todos dormiremos más tranquilos.
28 de octubre, 2021