La democracia se construye y se sostiene día por día.
El proceso democrático que vive República Dominicana la podemos enmarcar a partir de la decapitación de la dictadura de Rafael L. Trujillo, en 1961.
Este tránsito se inicio en el mismo momento en que el tirano cayó muerto a manos de un grupo de valientes que lo emboscaron y tirotearon, aquella noche en la hoy avenida 30 de mayo.
Pero esa lucha no cesa, ha sido, y es, dura y continua.
Comenzó hace más de 60 años con un magnicidio, elecciones, un golpe de estado, gobiernos de facto, una revuelta cívico-militar, una intervención extranjera, tensiones electorales- y sigue.
Las luchas ideológicas y de represión política a consecuencia, principalmente, de la denominada guerra fría, dejó muchas víctimas.
Las tensiones políticas intestinas fueron responsables de muchos peligros, que fueron sorteados por la sensatez, los acuerdos, el ceder ceder, lo que animó a seguir adelante, sin interrupciones para construir este proceso de libertades y democracia, que muchos dicen es ‘a la dominicana’, pero democracia al fin.
Las estrecheces económicas, y con ellas las demandas sociales, nos ha provocado muchas angustias.
Pero los peligros no terminan. Cambian de forma. Mutan. Se hacen más sofisticados, más complicados y con más complicidades.
Nos acechan y agreden la corrupción, el narcotráfico, el crimen organizado, los desafíos al estado de derecho, la extorsión mediática, en especial desde las agresivas redes sociales en manos irresponsables, entre otros males.
Estas realidades obligan, cada vez más, a que se imponga y prevalezca el imperio de la ley.
Porque la sociedad no puede sentirse desamparada, si se siente que desde las instancias del poder se corrompen las normas, se desacatan los controles legales, se impone la ley del más fuerte, política y económicamente.
Las leyes están ahí, para aplicarse, y los proyectos en curso en las cámaras legislativas para reforzar el respeto y el estado de derecho.
La aplicación de la ley al pie de la letra, para todos, sin distinción, es lo unico que nos hará más fuertes y nos consolidará como una sociedad de todos y para todos, sin favoritismos.
Es en ese contexto que en estos días asistimos a un despertar de la sociedad contra los desafueros que se cometen, a manos de personeros que se escudan en el derecho constitucional que otorga un ejercicio de libertad de prensa y expresión para desbarrar, condenar y hasta extorsionar a quien les de la gana.
Enfrentar esas distorsiones, por las vías que otorga la democracia, la ley, los tribunales, la justicia, es el camino correcto. Y en el mismo, apostamos al éxito.