El proceso electoral dominicano de 2024 -las votaciones municipales el 18 de febrero, y las presidenciales, el 19 de mayo- ha concluido con un resonante éxito para la democracia y la institucionalidad del país.
Las autoridades nacionales, encabezadas por la Junta Central Electoral, cumplieron su obligación, devolviendo la confiabilidad en el sistema de votaciones como la manera idónea para establecer la voluntad popular a través de la decisión de las mayorías.
Una vez garantizada nuestra estabilidad política, tenemos por delante las luchas por la consolidación del proceso de recuperación de la economía con la toma de medidas que nos ayuden a cerrar las brechas del déficit fiscal con el equilibrio entre los ingresos y los gastos, en niveles suficientes para pagar la factura social que acusa el Estado.
El turismo, las exportaciones, la inversión extranjera, las remesas son las fuentes principales de la recepción de divisas nacionales, son elementos que nos garantizan una regimen cambiario estable y una tasa de política monetaria aceptable para poder enfrentar con éxito el control de la inflación y las proyecciones de los niveles de crecimiento, ajustados al tamaño de nuestra economía.
La clase política, los poderes fácticos están convocados a discutir las nuevas legislaciones que el Gobierno ha planteado como necesarias para consolidar los procesos pendientes, dentro de los esquemos que se han planteado como necesarios e impostergables, entre ellos las reformas a la Constitución, al régimen fiscal, al sistema laboral y de salud, por ejemplo.
Nuestro compromiso como nación es mirar hacia adelante, no cebarnos en la gran mayoria ganada para apabullar a los contrarios, como tampoco marcar la intransigencia, la provocación, la presión y los modos de azuzar a la sociedad contra todas las medidas que provengan del oficialismo bajo el alegato de que es forma de hacer oposición.
Debemos enfocarnos, pues, en enfrentar, con éxito, esos retos que nos imponen las luchas cotidianas por nuestro desarrollo y nuestra estabilidad, dejando de lado la cháchara, la banalidad y la irresponsabilidad.
