“Dedicado a todo el que cree en un proyecto de nación, bajo la égida de un Estado progresista”.
Tras la revolución de 1858, el gobierno del general Pedro Santana tambaleaba, temiéndose una invasión haitiana o un golpe militar estadounidense similar al encabezado por William Walter en Nicaragua entre 1855 y 1857.
El 18 de marzo de 1861, fundiendo su espada de libertador, el general Santana puso la patria a los pies de España. La afrenta de la anexión generó una respuesta liderada por el coronel José Contreras, lanzado al combate casi ciego, pero con la visión clara de la independencia.
Su arrojo fue mancillado por el propio Santana, quien ordenó un consejo de guerra sumario que condenó a muerte al cabecilla y a sus seguidores, siendo fusilados el 18 de mayo.
Durante junio, Fernando Tavera tomó el camino de Neiba, José María Cabral el de Las Matas y Francisco Del Rosario Sánchez, tras atravesar la frontera con Haití, avanzó por el Cercado. Este último había recibido una ayuda efímera del presidente haitiano Fabre Geffrard, quien súbitamente lo abandonó.
Tras ser emboscado en el paraje de El Limón por el general Santiago De Óleo , Sánchez fue capturado, juzgado y sentenciado junto con sus 21 compañeros, siendo fusilados el 4 de julio. Seguidamente surgió la figura de Santiago Rodríguez, iniciando los aprestos libertadores desde Sabaneta.
La guerra de restauración comenzó el 16 de agosto de 1863 en la comarca de Capotillo, ubicada al noroeste de la Cordillera Central. El día siguiente, por orden de Benito Moción, fue izada la bandera dominicana que había cosido con sus manos Humberto Marzán, en los cerros de Pastillas.
Durante la mañana del 18, los dominicanos atacaron el poblado de Guayubín, encontrando tenaz resistencia española. El coronel Gaspar Polanco ordenó incendiar el poblado, escapando los españoles arrojándose al río, circunstancia en la que fueron aniquilados por una carga de machete. Entre las bajas se encontraba el general y gobernador Sebastián Reyes, quien se había distinguido como partidario de la causa de España.
El ataque a los españoles continuó el 20 de agosto en Villalobos. La columna española al mando del general Hungría, que iba en auxilio del general Buceta, fue dispersada, marchando el general Gaspar Polanco y sus 6.000 hombres hacia Santiago.
El 1 de septiembre llegó el coronel José Antonio Salcedo (Pepillo) procedente de Dajabón tras haber derrotado al sanguinario coronel español Campillo. Pepillo atacó fieramente a los españoles que estaban en el Castillo, y tras un formidable fuego de fusilería, fue con sus hombres al asalto machete en mano, lo que dejó anonadados a los españoles, que huyeron hacia la fortaleza San Luis, dejando abandonadas muchas armas.
Después de la toma del Castillo apareció Gregorio Luperón por primera vez usando como arma una espada en cruz, quien, en una demostración de valor personal, se enfrentó con los españoles que salían de la fortaleza San Luis, penetrando solo en la zona enemiga.
Gaspar Polanco atacó la fortaleza San Luis el 6 de septiembre. Los patriotas iban armados de lanzas, fusiles antiguos, trabucos y pistolas de toda clase. El 7 de septiembre los combates se reanudaron sin cuartel, destacándose un artillero norteamericano llamado Lancaster, que se convirtió en el terror de los españoles por su certera puntería.
Los españoles, desesperados al no poder romper el cerco, lanzaron un último ataque encabezado por el general Suero, siendo rechazados por los patriotas. Con este hecho, perdieron su última esperanza y el general español, Buceta, se retiró con sus tropas. Fueron atacados luego por Salcedo, quien los alcanzó del otro lado del Arroyo Gurabito en las proximidades de Altamira.
El 14 de septiembre de 1863 Pepillo Salcedo fue designado presidente del gobierno provisional y Benigno Filomeno de Rojas como vicepresidente.
Los patriotas usaron la táctica de la guerra de guerrillas del general Mella, destacándose Luperón. Azua, Baní, Ocoa y San Cristóbal se unieron a las poblaciones que se habían sumado a la causa restauradora.
El general Luperón, tras haber sido nombrado comandante en jefe de las fuerzas revolucionarias, atacó a los españoles entre Monte Plata y Guanuma en enero de 1864.
En medio de la contienda llegó al país desde Venezuela el primer caudillo de la Independencia, el Patricio y general Juan Pablo Duarte. Su presencia despertó celos egoístas y absurdas desconfianzas, por lo que lo rechazaron mediante una encomienda disfrazada de misión diplomática a Venezuela, volviendo a su retiro con el alma sofocada y siendo olvidado hasta su muerte el 15 de julio (1876).
Matías Ramón Mella, quien vivía en Santiago, era el vicepresidente de Pepillo Salcedo. Enfermó y murió el 4 de junio de de ese épico 1864.
El 15 de junio y ya derrotado, Santana fue relevado y se le informó que iba a ser enviado a España, acusado de falta de cortesía y de respeto a los capitanes generales Rivero y Vargas. Se dijo que, sintiéndose ultrajado, se envenenó y murió el 9 de julio de 1864.
Pepillo Salcedo fue derrocado por Gaspar Polanco el 10 de octubre de 1864, quien dispuso su fusilamiento. Posteriormente fue depuesto Polanco y se nombró una junta presidida por Benigno Filomeno de Rojas.
El 27 de febrero de 1865 se eligió presidente de la República al general Pedro Antonio Pimentel. Con el decreto del 1 de mayo de 1865 la reina de España, doña Isabel II, derogó el decreto del 19 de mayo de 1861 que incorporaba el territorio de la República Dominicana a la monarquía.