Santo Domingo, República Dominicana, miércoles 23 de abril, 2025

Con Faride

Sean estas mis primeras palabras para darle mi respaldo irrestricto -totalmente gratis, sin usura de ningún tipo, a la ministra de Interior y Policía, Faride Raful, no por ser hija del embajador y poeta Tonny Rafúl, Premio Nacional de Literatura, al que me une larga amistad desde hace muchos años junto a su madre Grey, tanto es así, que en ocasiones me dice: Tío.

Sin embargo, mi apoyo no viene dado por los afectos hacia su padre, sus hermanos, sobre todo Vladi (Lenin) y Amín, grandes profesionales, hombres de bien, a los que conocí siendo apenas unos niños “, al igual que sus demás hermanos, con los que no he tenido un trato tan cercado. Todos, hasta donde sé, son ciudadanos honorables.

Faride Raful tiene estudios especializados en el país como en el extranjero. Ha sido diputada y senadora de Santo Domingo. Igualmente ha ocupado parte de la dirección tanto del Partido Revolucionario Dominicano, hoy PRM, adquiriendo una gran experiencia política. Significa que no es una improvisada, que no salió de la nada, ni que heredó el cargo ministerial que ocupa por ser hija de Tony. (No es una improvisada en el partido, en la política, ni en el Estado.

Podrá cometer errores -de hecho, creo que los ha cometido en su ya larga trayectoria política. Es una mujer, igualmente hasta donde sé, integra, capaz y honesta. Su principal deseo es cumplir con la responsabilidad que le asignó el presidente Abinader y su partido. No está en campaña. Sus aspiraciones presidenciales, si alguna vez la tuvo o las tiene, la pospuso para cuando las circunstancias lo permitan.

Con alguna frecuencia escucho criticas muy duras y ácidas en su contra, desmesuradas y hasta ofensivas que intentan vulnerar su integridad, a lo que entiendo nadie tiene derecho. La familia, los padres, la entidad y la privacidad de las personas deben ser sagradas, sobre todo en un “Estado democrático de derechos” donde todos debemos tener derecho a la privacidad y al buen nombre, como lo consigna la Constitución.

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Todos reclamamos derechos, pero nadie quiere cumplir deberes. La democracia no me gusta, lo he dicho muchas veces, porque le da derecho a todo el mundo, a los necios como a los ignorantes, a los estúpidos como a los inteligentes, a los “brutos” como a los “inteligentes”, a los que saben leer y escribir como a los analfabetos. Los derechos humanos deben ser para los humanos derechos, no para los que nacieron torcidos o se torcieron en el camino social de sus vidas.

En este país hay que poner orden, hay que disciplinarlo de algún modo, incluso por la fuerza, si es necesario. Usted no puede hacer ni decir lo que le da la gana sin consecuencia alguna. ¡NO!

Hay que poner orden, respetar las normas, los protocolos, las leyes. Nunca olvidemos que, como decía Alberto Cortez, “somos los demás de los demás”. Respetemos al prójimo, recordemos que, como dijera Benito Juárez, “el respeto al derecho ajeno es la paz. Tratemos a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros, con amabilidad, cariño, amistad, sin ofensas, sin violencia, ni maldiciones. ¿Es tan difícil?

¿Es tan difícil ponerle control a la venta y expendio de bebidas alcohólicas? Nada, ninguna droga, hace socialmente más daño que el alcohol, comprobado científicamente. La cerveza, el vino, el ron, el whisky, vodka, ginebra, etc. No existe una bebida alcohólica saludable, que le haga bien al cuerpo humano. El alcohol en cualquiera de sus manifestaciones es la responsable gran parte de los accidentes de tránsito, de los asesinatos, voluntarios e involuntarios, homicidios evitables, divorcios, conflictos de parejas, golpes, palizas, pelitos por un simple parqueo, etc. etc. (No hay una fiesta donde no se estimule el consumo de alcohol. No hay un merengue o una bachata donde no se estimule el consumo de bebidas alcohólicas. “¡Hoy se bebe!”, gritan muchos bachateros y merengueros. Estados Unidos para vender alcohol se necesita una patente, un permiso especial. Usted no consigue alcohol en todas partes. Recuerdo que en la Republica Popular China un grupo de periodistas que estudiábamos en la Escuela de Relaciones Exteriores, caminamos más de dos horas tratando, inútilmente, de conseguir una botella de alcohol. En Estados Unidos y gran parte de Europa ocurre lo mismo. En la República Dominicana no hay controles a pesar del daño que le provoca a la salud. ¡increíble!

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¿En que momento fue que perdimos los buenos modales? Pedir “permiso”, “excusas”, “buenos días”, “buenas noches”, “gracias”, ¿“Saludar” a los demás con una sonrisa? ¿Dónde, aprendidos a maldecir, a insultar, a agredir con palabras obscenas a los demás, padres, hermanos, amigos y demás relacionados? ¿En la Escuela, en el hogar o en el barrio? Obviamente nos falta educación, mucha educación; demasiada educación.

Faride Raful parece estar luchando contra molinos de viento. No podrá evitar la venta de bebidas alcohólicas en todos los colmados, ni los altos decibeles que provocan las bocinas en todas partes, ni el cierre de negocios por violar las disposiciones legales, ni podrá evitar el desorden de las motocicletas que ya suman más de cuatro millones, ni podrá evitar la vulgaridad, el morbo ni la prostitución del lenguaje que se escucha en las redes sociales, donde hay mujeres compitiendo por cual es más descarada, vulgar  y obscena, sin que nada ni nadie las detenga.

Faride sola no podrá. Necesita de una voluntad política del presidente de la República, del Congreso, de los Ayuntamientos, de los fiscales y jueces de la Policía, del ministerio de Cultura. Es decir, es preciso que los ciudadanos, la fuerza ética y moral que quiero creer que aún existe en nuestro país, se empodere, para que todo cambie. De lo contrario, seguiremos fracasando como sociedad.

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