La incapacidad de Trujillo para comprender el carácter que habían asumido las contradicciones de la comunidad internacional y de Estados Unidos con su dictadura, lo llevaron a un final dramático, que arrastró a sus propios familiares y allegados a una especie de limbo político y social, pérdida de noción del carácter de las nuevas objeciones, que asomaron en el contexto geo político luego del triunfo de la revolución cubana, y el atentado criminal al presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt.
El encrespamiento suscitado por estos dos fenómenos históricos apuntaba directamente al corazón de Trujillo.
Era la necesidad ponerle coto al concepto de tiempo indefinido de su mandato represivo. Venezuela amenazó por diversas vías aliarse a la política de confrontación de Cuba, si Estados Unidos no obtemperaba a su reclamo de apoyar la condena y aislamiento hemisférico a la dictadura trujillista, apuntalando los esfuerzos democráticos de cambio.
Los costosos yerros de la política exterior de Trujillo en 1960, así como la condena hemisférica de la OEA no fueron suficientes para permitir abrir las compuertas del cauce democrático en nuestro país. Estados Unidos ofreció a Trujillo por diversas vías garantizarle su retiro, a él y a su familia, a su ganado vacuno y a sus caballos de raza equina, incluso el Generalísimo Franco brindó para ello extensiones del territorio español, para evitar el ajusticiamiento del tirano o un probable baño de sangre en el país, quien obsequioso le abrió las puertas para proporcionarle una salida honrosa, que no tradujera desconsideración a sus servicios prestados a la causa hemisférica de la falsa democracia.
En una terquedad persistente, Trujillo se abrió nuevos frentes entre ellos, la Iglesia Católica dominicana y el propio Vaticano, cuando envió como diplomático ante la Santa Sede, al señor Rodolfo Parada Veloz, quien era mutilado de uno de sus brazos, y poseía según narra el Dr. Balaguer en uno de sus textos, “lo que los italianos llaman “jettatura”, una virtud de llevar desgracia adonde quiera que era enviado y de sellar sus pasos con una estela de catástrofes” especie de pacto diabólico para enfermar a una persona y matarla.
Este señor se presentó ante el Papa Juan XXIII a darle sus saludos en una ceremonia pública. Como nota curiosa para la historia, el Papa entró en coma durante 20 días, después de recibir las credenciales del enviado de Trujillo.
Trujillo cerró todas las vías de entendimiento posible para abandonar el Poder, contra toda lógica y entendimiento se aferró a un Poder sin posibilidades de sostenerse en la comunidad americana. Su ajusticiamiento un día como hoy fue una obra de valientes, descabezar aquel imperio del mal implicó todos los riesgos y tragedias posteriores. Había que interrumpir el ciclo oprobioso de un tirano que doblegó voluntades y castró generaciones de dominicanos. Diríamos que confluyeron en un objetivo común fuerzas disimiles, incluso ideológicamente opuestas, pero que plasmaron la ruptura de un ciclo de servilismo infame, de degradaciones diarias, de sumisiones, de violaciones a los derechos humanos, de torturas y baldones de la condición humana.
Cuando el General Espaillat se detuvo en el restaurante “El Pony”, a pocos metros del tiranicidio para hacer una llamada telefónica, confirmando el ajusticiamiento a los centros del Poder internacional, una luz relampagueó en el firmamento, creando plenitudes, abriendo espacios a la libertad y a la democracia.