El asesinato de periodistas que campea en México y Haití, que hizo oleada en Colombia, que es práctica como mordaza vulgar en Nicaragua, Venezuela, Cuba, son solo simples ejemplos de las cortapizas, peligros con que se desarrolla el ejercicio de la prensa en el continente. Ninguna de cuyas prácticas aberrantes ocurre en República Dominicana. Otras formas de censura nos persiguen.
Los periodistas no tienen porque, ni deben, convivir de manera obsequiosa con el poder, con los políticos, como hacen frecuentemente fanatizados y favorecidos. O congraciarse con el crimen organizado, la corrupción, el narco, por plata o bala. Son prácticas censurables, en especial en algunos que andan predicando honestidad, independencia, verticalidad. “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”, dice el refranero popular. Los párrafos que preceden vienen a propósito de críticas, algunas cargadas de epítetos, malas palabras, calumnias –ofende quien puede, no quien quiere- por mi pasado artículo, referido a la suerte de conciliación entre un empresario y tres periodistas y comunicadores, bajo la iniciativa de la Procuradora Yeni Berenice Reynoso. Los verdaderos periodistas, la gente sensata, entendieron el alcance de mis comentarios, como me lo expresara Pedro Jiménez en su simple ‘gracias, hermano’, no así otros que tomando, a propósito, el ‘rábano por las hojas’, pretendieron usar mi escrito para desbarrar, en forma de burla y tonos peores de provocación, claramente dirigidos a buscar reacciones y popularidad. Que pena. Mientras, sin transigir con el deber, jamás, en vez de llorar –‘con lágrimas de cocodrilo’, como algunos- ante alguna situación de hecho, reitero la máxima: ‘Es mejor un mal arreglo, que un buen pleito’. Y punto.