Santo Domingo, República Dominicana, jueves 24 de octubre, 2024

Economía de guerra

A las puertas de la conclusión de los rigores sanitarios y sociales que por dos años impuso la pandemia del Covid-19, el mundo apenas comienza a recuperarse de la secuela económica que generó esa crisis mundial, cuando caemos en el entramado que los estragos que produce una guerra, que por muy lejano que parezca el escenario militar del conflicto, sus efectos repercuten por todo un universo hoy interconectado e interdependiente.

La nación dominicana, en particular, tras dos años de serias restricciones económicas, sociales y sanitarias -con una foja de 4,374 fallecidos y 576,698 infectados por la pandemia- procura recuperarse de los altos niveles de desempleo, cierre de negocios, una descomposición del aparato productivo, financiero, de las cadenas de desarrollo de la nación.

Y cuando comenzamos a levantar la cabeza, a recomponernos, surje la agresión de Rusia contra Ucrania, un acontecimiento que afecta las economías de los poderosos y, con más razón, y más duro, la de los más débiles, como la nuestra.

De ahí, entonces, es que las medidas que ha dispuesto el Gobierno –diez principales, anunciadas por el Presidente Luis Abinader en su discurso al país el 7 de marzo pasado- presentan una realidad del escenario en que vivimos y si bien debemos socializarlas, discutirlas, ver los pro y contras, no tenemos de otra que poner por delante la realidad dejando de lado lo particular e individual de sectores, porque si no actuamos como nación, como sociedad, todos empujando hacia un mismo destino, de frente tenemos el peligro del abismo.

El subsidio a los combustibles, por ejemplo, asumido por el gobierno la semana pasada ascendió a la suma astronómica de $1,357 millones de pesos, nos indica la magnitud que se proyecta, un desequilibrio multimillonario en el presupuesto de este año.

Hoy estamos, entonces, frente a la realidad: vivimos en una economía de guerra. Una economía que nos impone las penurias que sufrimos. Una situación que nos convoca, nueva vez, a actuar como sociedad, dejando de lado los apetitos personales e individuales para construer la nación fuerte que tanto demandamos, y soñamos.

 

 

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