Con la fatiga de las democracias, la libertad de prensa en América Latina afronta ahora una de sus etapas más críticas.
La inestabilidad política y social que predomina en todo el hemisferio, afectando la gobernabilidad de sus regímenes, ha colocado a la prensa libre en un terreno movedizo.
Desde acciones directas de gobiernos para cerrar medios, haciéndoles difícil su subsistencia, hasta apresar o juzgar periodistas críticos, el campo de ejercicio de la libertad de prensa ha comenzado a limitarse.
Hay más periodistas en el exilio y en los cementerios, y más legislaciones arbitrarias contra la libertad de expresión, acicateadas por el quiebre del Estado de derecho en varios de esos países.
Es un tsunami de atropellos a derechos humanos lo que ha traído la desafección democrática, y los periodistas no han estado a salvo de este clima de conflictividad, inseguridad y de embates de gobiernos y grupos intolerantes.
Todo este cuadro de sombras y amenazas es el telón de fondo con el que la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) inició ayer, su asamblea de medio año, de manera virtual.
Al coincidir con el llamado súper-ciclo electoral, las contiendas por el poder han acentuado las tendencias entre los dirigentes políticos a estigmatizar a la prensa y usar las redes sociales para desprestigiarla, ha dicho la SIP.
El crimen organizado, en complicidad con poderes políticos y económicos o fuerzas de seguridad, sigue asesinando, secuestrando o acosando a periodistas en más de diez países.
Esto hace más cruel el calvario por el que atraviesa la libertad de prensa y, en el fondo, el sistema democrático que antes la garantizaba con mayor amplitud y estabilidad.