Una chef puertorriqueña logra llevar a viral un video en que estrella al piso un plato en agria protesta por la pérdida de enseres en sus restaurantes por motivos de los apagones eléctricos al tiempo que en República Dominica se registran protestas por apagones, Cuba sigue parcialmente apagada y Puerto Príncipe a oscuras y a merced de las pandillas.
Ello fue uno de algunos temas entre un colega escritor dominicano y yo en que estipulamos que salvo una que otra diferencia menor, las Antillas Mayores comparten crisis energéticas en tiempos contemporáneos.
Los principales problemas energéticos en nuestro Caribe son: su alta dependencia de combustibles fósiles, lo que eleva los costos y la vulnerabilidad a las fluctuaciones del mercado internacional; la inestabilidad financiera de las empresas distribuidoras, afectando la inversión y el mantenimiento de la red; la poca inversión en la modernización de la infraestructura y en la generación de energías renovables.
Pese a su gran potencial; y la vulnerabilidad a eventos climáticos, pueden impactar la generación de energía, igual como a la solar y eólica.
Pero aquellos factores conjuntamente generan un ciclo de altos costos, frecuentes apagones y una crisis que afecta el desarrollo socioeconómico de la región.
Nuestras Antillas Mayores importan gran parte de sus combustibles, lo que las expone a precios volátiles y aumenta los costos de la energía.
Las distribuidoras enfrentan dificultades financieras por bajas tasas de recaudo y deudas, lo que limita la inversión necesaria para modernizar y mantener la infraestructura. Los altos índices de pérdidas de energía debido a fallas técnicas, robos y mal uso incrementan los costos para los usuarios.
El caso de Puerto Rico es más precario, pese a las millonarias aportaciones federales para las mejoras, éstas se encuentran estancadas en un enjambre administrativo. Incluso ya se estima un cambio de empresa privada a cargo de la distribución energética.
Es obvio que alta de inversión en redes y en infraestructura eléctrica contribuye a la inestabilidad del suministro. Igual que a pesar del enorme potencial de la región en energía solar y eólica, la inversión para aprovecharlo ha sido insuficiente, debido a problemas de financiación y falta de políticas públicas adecuadas.
Se repiten los casos de acumulación de deudas por parte de entidades públicas y el cobro de conceptos como alumbrado público en zonas sin servicio agravan la situación financiera del sistema.
Todo ello produce altos costos y pobreza energética ya que los precios elevados afectan el presupuesto de los hogares, limitando el acceso a servicios básicos y de refrigeración de alimentos y medicamentos. La inestabilidad de la red y la falta de inversión provocan cortes frecuentes, afectando la calidad de vida. Igualmente la dependencia de fósiles contribuye a la contaminación del aire y a las emisiones de gases de efecto invernadero, amenazando el medio ambiente y la salud.
La falta de energía agrava la inseguridad en las comunidades, especialmente por la noche. Y provoca la desaceleración económica y dificulta la competitividad de la región y afecta su desarrollo económico.
Los principales problemas energéticos en República Dominicana son los apagones frecuentes, causados por la combinación de pérdidas de energía, una infraestructura obsoleta y una demanda creciente, que afectan gravemente a los ciudadanos y al sector comercial, estos con pérdidas económicas significativas.
Además, persisten desafíos para integrar fuentes de energía renovable, la falta de líneas de transmisión y de sistemas de almacenamiento, a pesar de los esfuerzos del gobierno.
En Cuba las averías frecuentes en centrales termoeléctricas ya obsoletas y la falta de combustible importado es origen de apagones generalizados y prolongados. La debilidad de la infraestructura de la red eléctrica, que depende en gran medida de importaciones de petróleo, agrava la situación, generando un déficit eléctrico que afecta la economía, la vida cotidiana y el bienestar de los ciudadanos.
En Puerto Rico se incluye una red eléctrica obsoleta y frágil que sufre apagones crónicos tras desastres naturales como los huracanes María y Fiona, una dependencia del combustible fósil con un progreso lento hacia la meta de energía renovable del 100% para 2050, la contaminación ambiental por el uso de combustibles fósiles y la acumulación de cenizas de carbón, y desafíos financieros que afectan la inversión necesaria para modernizar la infraestructura.
Los principales problemas energéticos de Haití incluyen el acceso muy limitado a la electricidad, la frecuencia de apagones, el mal estado de la infraestructura, la dependencia de combustibles fósiles importados, y la infraestructura dañada o controlada por pandillas, lo que hace que el suministro sea inestable y afecte gravemente el desarrollo económico y la vida cotidiana.
Al preguntar sobre el plan estratégico de que República Dominicana venda energía, mediante cable submarino, a Puerto Rico, el colega me contestó “ni lo sueñen”.