En estos tiempos, donde las noticias nos llegan por todas partes a través de una pantalla, el periódico de papel se ha convertido en el último producto tangible que puedes sostener en las manos y llevar contigo. Es algo único.
Y es único por todo lo que implica. Mientras que un tweet se publica en un segundo, nuestro periódico es el resultado de un maratón de horas de trabajo, de un equipo de personas que se esfuerza por completar una edición, imprimirla y hacer que llegue a la puerta de tu casa gracias a un repartidor.
Antes era más fácil vernos: los puestos de periódicos en cada esquina, los vendedores gritando los titulares… Hoy, en cambio, tenemos que abrirnos paso en un mundo dominado por lo digital.
La televisión, la radio y las redes sociales viajan en el celular que llevas en el bolsillo; están en todas partes al instante.
Nosotros no tenemos esa ventaja. No podemos ser invisibles ni instantáneos.
Aunque exista la versión digital, el impreso es otra cosa: es físico, quieto, permanente.
Este producto que llega a tus manos cada mañana es el final de una cadena enorme: periodistas moviéndose, máquinas imprimiendo sin parar, camiones y motos recorriendo la ciudad de madrugada. Todo eso para que amanezca contigo.
Ahora que las noticias las sabe todo el mundo al momento y a todas horas, nuestro reto ya no es ser los primeros, sino ser los que mejor lo explican.
No nos queda otra alternativa que esforzarnos más, con más calidad y más profundidad.
Nuestra misión ya no es anunciar lo que pasó, sino escarbar: buscar el por qué, las causas, las consecuencias.
No nos dedicamos a repetir lo que ya circula en redes, sino a crear contenido con valor añadido: análisis, crónicas, reportajes y entrevistas que den sentido a la actualidad.
Esa es nuestra fortaleza, siempre que lo hagamos con inteligencia y calma.
No tenemos el lujo de equivocarnos y corregir sobre la marcha.
Nuestro producto es el resultado final de un proceso lento y cuidadoso de verificación, montaje y distribución. No hay “ctrl+Z”.
Es como cocinar un plato especial: los ingredientes deben ser los mejores, la cocción tiene que ser perfecta y el envase —el diseño, el papel— debe estar impecable.
Luego lo enfundamos para que no se arrugue, no se moje y llegue intacto a su destino.
Es una lucha titánica entre bastidores que muy poca gente conoce en detalle.
Cuando el periódico llega a las casas, es como el bebé que trae la cigüeña. Pero ¿quién conoce realmente el viaje de esa cigüeña?
Es un milagro cotidiano lo que logramos hacer para que cumpla su tarea puntual cada día, aunque llueva, truene o ventee.