Por esa condición geográfica de compartir la misma isla, República Dominicana y Haití, divididos por una frontera de casi 400 kilómetros de norte a sur, lo más recomendable es que por siempre deberán practicar la armonía y la sana convivencia.
Lo terrible es que desde el otro lado se nota poco o ningún esfuerzo para que eso sea una realidad, no importan los tiempos, sea pasado, presente o futuro. Sobran los ejemplos en que las sucesivas autoridades en Haití han intentado burlarse de las de acá.
Los niveles de desarrollo en la parte este, es indiscutible que no los tiene el lado oeste -y al parecer nunca los tendrá-. Esa sola condición ha dado oportunidades para que cientos de miles de haitianos se hayan radicado en territorio dominicano.
Desde Higüey hasta Montecristi, y desde Nagua hasta Pedernales tenemos la presencia masiva de haitianos ligados a trabajos de la construcción, en predios agrícolas, negocios informales, estudiando en universidades, pero también en escuelas públicas. De todo ese conglomerado, hay miles en condición ilegal.
El gran peligro está en que cada día llegan más haitianos a este lado, muy a pesar de los controles fronterizos. Los mercados binacionales en los puntos más activos de la frontera también aligeran la crisis en que viven nuestros vecinos.
Un tema neurálgico lo tenemos día por día con las haitianas embarazadas que cruzan la frontera para venir a dar a luz. De igual manera, llenan nuestros hospitales muchas otras que residen en territorio dominicano de forma ilegal.
Con este tema se está creando una bomba de tiempo. Si se expiden actas de nacimiento a esos infantes, en el futuro eso puede acarrear un problema de enormes proporciones.
En la más reciente entrega del programa El Informe, la periodista Alicia Ortega refiere la terrible presión que tiene el sistema de salud nuestro con la situación. Los datos que ella usó fueron aportados por cada centro asistencial constatado.
Tan solo en la provincia La Altagracia, la más distante de la frontera, de los 4,186 partos realizados el año pasado, el 69% correspondieron a haitianas, y el 31% a dominicanas.
De enero a julio de este año, en esa provincia se han registrado 1,253 partos, de los que el 65% han sido a haitianas, y el 35% a dominicanas.
Los hospitales más próximos a la frontera, casos de Elías Piña, Jimaní y Dajabón, registran en la actualidad un mayor porcentaje de parturientas haitianas, de hasta más del 65% y 70% por encima de las dominicanas.
En cuanto al sistema educativo, la situación también favorece a Haití. Miles de jóvenes nacidos allá tienen cabida en nuestros planteles escolares.
Muy a pesar de todas esas situaciones favorables al pueblo haitiano, el trato desde allá, a nivel dirigencial, se torna tosco y deja mucho que desear. La construcción de un canal de riego en el fronterizo río Masacre, que provocó divergencias entre ambos países, aún está sin una solución definitiva.
Más reciente, frente a la sociedad dominicana y ante el mundo, ha sido una acción de mezquindad la actitud asumida por las autoridades del gobierno provisional de Haití. No enviaron representantes a los actos de juramentación del segundo mandato del presidente Luis Abinader.
Alegar que no vendrían porque hay una suspensión de vuelos entre ambos países, es una actitud que raya en la mediocridad. A nivel diplomático eso quedó aclarado. Pero los haitianos adoptaron una actitud de cierre hermético.
Lo más visible ahora en Haití es que pese a los esfuerzos desplegados por tropas extranjeras para que el vecino estado vuelva a la normalidad, las bandas armadas siguen haciendo de las suyas, en especial en las calles de Puerto Príncipe y otros conglomerados humanos de allá.