Santo Domingo, República Dominicana, martes 26 de noviembre, 2024

Haití, siempre la víctima, sin argumentos legítimos

El pasado martes 7 de noviembre, los dominicanos vimos a través de las redes sociales como una muchedumbre de haitianos que, a ojos de buen avizor no sobrepasaban el centenar, traspasaron los límites fronterizos entre nuestro país y Haití, específicamente a la altura de la pirámide No. 13, en franca violación a los tratados existentes, que han servido durante casi cien años para demarcar donde empiezan y terminan los derechos territoriales de un Estado y del otro.

Ante este grave hecho, entiendo oportuno puntualizar ciertos aspectos históricos sobre los límites entre los Estados que comparten la isla, para poder entender los acontecimientos que se han producido, principalmente en la región de Dajabón.

En tal sentido, podemos afirmar que la frontera entre ambos Estados nació como consecuencia del reparto de la isla La Española, mediante a los diferentes tratados suscritos entre Francia y España, que tenían el propósito de dirimir sus diferencias territoriales en el continente europeo y en sus posesiones del nuevo mundo, a lo que de manera sucinta me referiré:

El primer tratado, fue el de Minega (1678), legitimado diecinueve años después por el Tratado de Ryswick (1697), en el cual España aceptó de manera definitiva la división de la isla en dos colonias: Santo Domingo Español y Santo Domingo Francés, aunque en aquel momento no existió una delimitación territorial precisa ni oficial que indicara los límites que separaban ambos protectorados.

Aunque estas potencias europeas firmaron varias convenciones con la intención de delimitar sus posesiones en la isla, es con el Tratado de Aranjuez (1777), que por primera vez y minuciosamente se fijan los límites entre la parte Este y Oeste de la isla.

Es así como se llega al último convenio suscrito entre España y Francia con relación a su posesión insular, el Tratado de Basilea (1795), donde los galos obtuvieron el control sobre de la parte española.

Tras 129 años de inestabilidad social, política y económica insular, y varias invasiones, los haitianos lograron su independencia de Francia –1 enero 1804– ocupándonos en 1822, subyugación que duró 22 años.

Con nuestra separación e independencia de Haití –27 febrero de 1844– y a pesar de sus intentos de querer invadirnos, los dominicanos estoicamente consolidaron su emancipación en la “guerra dominico-haitiana” llevada a cabo entre 1844 y 1856.

Haitianos trataron de remover la pirámide con picos, palas y otras herramientas.

No obstante, después de estos conflictos la situación fronteriza no quedó definida, y Haití continuó ocupando los territorios del altiplano central oeste, donde estaban ubicadas las ciudades de Hincha, Las Caobas, San Miguel de la Atalaya y San Rafael de la Angostura.

Los diferentes gobiernos dominicanos hicieron infructuosas reuniones para definir los límites fronterizos entre ambos países, y es en 1929, cuando se logra el “Tratado de Paz, Amistad Perpetua y Arbitraje”, entre los presidentes Horacio Vázquez y Louis Borno, que fue ratificado en 1936 por Rafael Leónidas Trujillo y Sténio Vincent, donde Trujillo tuvo que ceder a Haití los territorios que pertenecían a España mediante el Tratado de Aranjuez, que estaban habitados por una población eminentemente haitiana.

A fin de lograr ambos acuerdos, el presidente Vázquez tuvo que ceder territorios a Haití, y en 1929 fueron conferidos 4,572 km² (8 % del territorio dominicano) y Trujillo en 1936 otros 1,628 km² (3 %), perdiendo la República Dominicana un total de 6,200 km², y de esta manera la superficie de Haití que era de 21,550 km² en 1804, pasó a ser de 27,750 km², la que tiene actualmente.

A la luz de estos hechos históricos, me permito referir una frase de Servio Tulio Cicerón, que dice: “El pueblo que desconoce su historia está condenado a repetirla”, con esto no quiero afirmar que perderemos territorios, sino advertir sobre la necesidad de tener el mayor de los debidos cuidados cuando diplomáticamente negociamos o buscamos algún tipo de entendimiento o solución a cualquier impasse con Haití, pues sabemos que ellos ladinamente usan una diplomacia basada en la victimización, que astutamente les ha dado siempre.

Como lo advertí en el artículo “El río Dajabón: Nuestro Rubicón insular”, publicado por este prestigioso diario el 19 septiembre pasado, donde señalo: …es Haití quien ha cruzado para invadirnos –1801, 1805, 1822, 1844, 1849 y 1855– con una nefasta ocupación militar de (22) largos años, situación histórica que hace suponer a los haitianos pensar que tienen el derecho de hacer o deshacer y tomar decisiones unilaterales, obviando al Estado vecino, la República Dominicana.

A pesar de haber trascurrido (94) y (87) años de la firma de los “tratados vinculantes” del año 1929 y su ratificación en 1936, concerniente al reconocimiento y validación de los límites y asuntos fronterizos, jamás se había producido una transgresión del espacio territorial por ninguno de los Estados, como el que aconteció el pasado siete de noviembre, cuando una turba de haitianos dirigidos por sectores oscuros del vecino país traspasaron los linderos que dividen a ambos países, a fin de obstaculizar y tratar de quitar la pirámide No. 13, que por diosidencia queda justamente frente al área dónde Haití construye el canal que derivaría las aguas del río Dajabón.

Situación que, a nuestro entender y de otros especialistas en materia de seguridad y defensa, tenía el “marcado objetivo” de producir una o varias víctimas dentro de la turba de haitianos allí congregada, quienes fueron conducidos como ganado al matadero.

Lo dicho ha quedado evidenciado al observar la gran cantidad de haitianos filmando con sus celulares lo que estaba ocurriendo cercano al muro fronterizo, a modo de documental lo que lamentablemente no ocurrió, “una matanza por parte de nuestras fuerzas de seguridad”.

En este convulso y planificado escenario, las autoridades locales y policiales haitianas brillaron por su ausencia, a sabiendas de que esos “hitos fronterizos” indican donde empiezan y terminan los derechos de cada Estado.

Quienes buscaban pescar en río revuelto, se quedaron con el moño hecho, gracias al alto grado de entrenamiento y listeza operacional exhibida por los miembros del glorioso Ejército de República Dominicana, quienes demostraron tener la suficiente cordura, tacto e inteligencia emocional para enfrentar esta provocación dirigida, sin ocasionar una desgracia más allá de lo impensable.

Estoy seguro de que estos intentos de provocación, sin dudas volverán a ocurrir, por lo que exhorto a nuestras fuerzas militares estar en alerta y preparados ante cualquier agresión armada, porque de ser agredidos, éstos podrían dar una respuesta proporcionar o de mayor magnitud. Esperemos en Dios no ocurra.

El pasado 9 de noviembre, dos días después de la transgresión al territorio nacional, el canciller Roberto Álvarez convocó una rueda de prensa junto al Comandante General ERD, donde se dio a conocer la postura del gobierno en relación con lo sucedido, y una respuesta al comunicado de prensa emitido por la Cancillería de Haití, basado en informaciones de ciertos “observadores” que no identifica, quienes señalaron, que el ejército dominicano originó acciones provocadoras violando el espacio terrestre y aéreo haitiano, hecho documentado y filmado por testigos, cuya filmación demuestra que nuestros soldados se limitaron a adoptar una actitud militar acorde con la circunstancias imperantes dentro del área correspondiente al territorio nacional, y que las provocaciones y violación territorial provenían desde Haití.

Históricamente el comportamiento de los haitianos ha actuado de acuerdo con las circunstancias, desconociendo e irrespetando los tratados suscritos con el país, según su conveniencia, beneficios e intereses.

Y esta vez no será la excepción, con unas autoridades ilegítimas, que al parecer buscan general cualquier situación en contra la República Dominicana, como una especie de tabla de salvación, unos para permanecer en el poder y otros para alcanzarlo.

Una vez más vemos como las autoridades haitianas denotan una aberrante veleidad en la nota de prensa emitida por su Cancillería, a pesar del Canciller dominicano hablar por teléfono con su homólogo, Jean Victor Geneus, el mismo día del acontecimiento, éste emite una nota de prensa divorciada absolutamente de la verdad.

Ellos continuarán utilizando su estratagema de ser víctimas y nosotros sus verdugos, pero la verdad flota siempre como el corcho, y se quedan sin argumentos válidos ante la comunidad internacional y organismos multilaterales. ¡Guerra avisada no mata soldados y si los mata es por descuidados!

  • El autor es miembro fundador del Círculo Delta

 

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