Los méritos sociales, el prestigio personal, la nombradía profesional, la buena fama, en estos tiempos, se obtienen con escándalos, no con prendas morales ni buenos comportamientos.
La gente brilla más por su desfachatez y deshonras que por su honorabilidad y brillantez académica.
El éxito, en esta era de youtuber y dembów, se cultiva siendo obsceno, vulgar y exhibiendo desvergüenzas escandalosas.
La gente brilla más por sus imposturas que por su talento o preparación.
Los artistas sobresalen más por sus escándalos y vulgaridades que por su talento.
Los locutores se destacan más por sus indecencias que por su correcta dicción y buen lenguaje.
La vulgaridad está presente en la mayoría de los espacios televisivos y arropa a la sociedad de manera contundente y deprimente.
No existen códigos morales. Vivimos en una era sin pudor. Se aplaude más al mediocre que al portento. El cretino tiene reservado un espacio estelar en las alfombras rojas de la intrascendencia.
Los ídolos de hoy están por encima de las normas y la decencia. Sobrepasan toda conducta decorosa y encima de eso se convierten en los modelos a seguir porque la sociedad los hace ricos e influyentes.
Esta es la peor cosecha de talentos de la historia de los medios de comunicación del país. Los valores que fomentamos son los peores. Los que le rinden culto al facilismo, a la incultura, a la incuria, a la irresponsabilidad, al irrespeto, etc.
Mientras más plebe es un locutor, más seguidores tiene. Mientras más “malapalabroso” y escandaloso es el personaje de la comedia o del comentario, más prestancia tiene. Mientras más pobres son las letras de una canción, más aplausos reciben.
Las palabras que están de moda hoy y que se expresan sin ningún rubor en medios de comunicación, ayer solo se escuchaban en los burdeles. Hasta ese nivel ha llegado la desvergüenza.
Realmente hay un gran descenso moral y ético en nuestra sociedad.
El patrón del éxito no está supeditado a méritos reales, sino a las peores vilezas conductuales. Esta sociedad debe despertar y recomponer la escala moral de sus valores.