El resultado de las elecciones del 19 de mayo nos deja experiencias, interrogantes y conjeturas.
Por ejemplo:
• Cómo un presidente novel hace tres años y tanto, Luis Abinader, se convierte en un gobernante ducho y en un político exitoso (57,46%);
• Cómo un partido poderoso en el pasado inmediato, el PLD, cae a un tercer lugar, con un 10,39%, sin ganar siquiera un senador;
• Cómo un partido, la FP, de cuatro años de fundado, de 4,8% en las votaciones del 2020, asume el liderazgo de la oposición, con un 28,85% de los sufragios;
• Cómo explicar los porqués de una abstención del 46% en las urnas, en una de las jornadas de votaciones más tranquilas, libres y transparentes del proceso democrático dominicano.
En este escenario vemos al presidente Abinader, ‘frenar’ que se desboquen las apetencias por la candidatura presidencial para el 2028 en el partido oficial, el PRM, luego que anunciara públicamente su compromiso de no buscar una nueva reelección en cuatro años.
Al PLD, tratando de esconder su vergüenza, como se lanza a una renovación de su dirigencia frente a la demanda de una militancia que pide ‘cabezas’ -entregando las de Danilo Medina y Charlie Mariotti, de entrada- ante el desastre electoral.
Una FP que, pretendiendo sacar ‘músculos’ ante su avance cuantitativo y la resonante victoria de Omar Fernández, muestra a un Leonel Fernández que envalentonado reniega al diálogo abierto por el Presidente.