Con lo que ha bajado la tirada, y lo que han menguado sus páginas, los periódicos de papel son ya un producto solo para élites.
Pero ojo: su público real no se mide solo por los suscriptores de papel, porque la versión online también llega a mucha más gente sin darnos cuenta.
Lo que vale del papel es lo que lleva dentro: información seria, anuncios oficiales importantes y artículos de fondo escritos por expertos en política, sociedad o ciencia.
Estos lectores tienen algo en común: buscan información útil, de fiar y sin interrupciones. Nada de llamadas, mensajes o alertas del móvil rompiendo la concentración.
El periódico aguanta el ritmo frenético y el ruido de las redes, y dura lo que el lector quiera dedicarle.
Hay diferencias claras: los jóvenes se informan casi solo por internet.
Los mayores, aunque también usan lo digital, siguen fieles al papel. Les gusta tener otra perspectiva: investigaciones a fondo, artículos con contexto y crónicas que cuentan bien las historias.
Por eso es clave entender estas diferencias. Así los periódicos de papel pueden esforzarse en dar información que enganche, yendo más allá de lo superficial.
Esto sirve para mantener al lector tradicional (el que valora la profundidad y ahora también mira lo digital), no para los nuevos.
Ellos, acostumbrados a lo rápido y superficial de las redes, son y serán mayoría.
Ahí está el dilema: o te pones de payaso de colores para atraer a los monos saltarines (sin perder del todo tu esencia), o te vas extinguiendo con tus lectores de siempre, que con el tiempo van siendo menos.