No se ha producido un solo proceso electoral en la República Dominicana, desde la muerte a destiempo del dictador Trujillo (debieron matarlo en 1930) en que el fantasma del fraude no haya estado presente.
No conozco una sola elección, ya sea congresual, municipal o presidencial, donde no se haya producido denuncias de malas prácticas electorales sin consecuencias judiciales.
Con el correr del tiempo las malas artes se han ido sofisticando. Los “triunfos electorales” del doctor Joaquín Balaguer fueron puestos entre comillas por nada más y nada menos que el representante del Partido Reformista en la propia Junta Central Electoral. Todavía están sin contar los votos del candidato presidencial Jacobo Majluta, que le daban el triunfo en el año 1990. El expresidente Leonel Fernández escribió todo un libro para denunciar el “fraude” que le hizo Balaguer al profesor Juan Bosch en las elecciones de 1990, donde lo acusaba, no sólo de cometer fraude, sino de ser responsable de la muerte de cientos de jóvenes revolucionarios, de intentar perpetuarse en el poder, entre otras muchas barbaridades. (Hablaba del hombre que años más tarde le regalaría el poder, de lo cual se arrepintió por el resto de su existencia).
Pero fue el propio Fernández quien le hizo muchas diabluras al doctor José Francisco Peña Gómez para que no ganara las elecciones y se convirtiera en presidente de la República. El fraude que le hicieron al doctor Peña Gómez fue “monstruoso”, a tal punto que creó una crisis de magnitudes extraordinarias, poniendo en riesgo, incluso, la gobernabilidad y la paz social. Solo un hombre de la grandeza política y humana de Peña Gómez evitó un baño de sangre en el país.
Fue Leonel Fernández y su PLD, (los ingratos no tienen memoria), quienes les compraron miles de cédulas al Partido Reformista y al presidente Balaguer, en el 1996, para que no quedara en segundo lugar (está documentado). Por eso, cuando Danilo Medina fue a su casa de la Máximo Gómez, llorando, porque Hipólito había ganado las elecciones, pero le faltaban unos “voticos” para irse en primera vuelta, dijo que no “prestaba su sombrero dos veces”. Y Danilo tuvo que irse junto a sus compañeros con el rabo entre las piernas.
Pese a la compra masiva de cédulas del PLD en el año 2000 Hipólito Mejía ganó las elecciones. Leonel Fernández y su PLD hicieron lo imposible para que el PRD no se impusiera, pero lo hizo. Años más tarde, 2004, Leonel y Danilo Medina compraron “La Cadena” a varios dirigentes del Partido Reformista, porque Hipólito se negó, que representaron por lo menos 300 mil votos en todo el territorio nacional. De ese modo vencieron al presidente Mejía que dos años antes había ganado 30 senadores. La crisis bancaria del año 2002 lo derrotó. Hipólito pagó un precio político muy alto al enfrentar el fraude de la banca privada, pero salvó el sistema financiero nacional.
Fue Danilo Medina quien afirmó que el Estado, controlado por el entonces Leonel Fernández, lo había vencido en el 2007 durante las primarias internas. Poco después, ante el avance arrollador de Hipólito Mejía, creó un déficit fiscal extraordinario para arrebatarle el triunfó a Hipólito que le llevaba casi 30 puntos al candidato del PLD, Danilo Medina. Dispuso, según sus propias palabras, de 40 mil millones de pesos, el petróleo de Venezuela para el asfaltado de las calles y millones de raciones de alimentos de los organismos del Estado para distribuirlas a los pobres.
La historia del PLD, con Leonel Fernández, Danilo Medina, incluso Juan Bosch, que le negó el triunfo a don Antonio Guzmán en 1978, llegando a proponer un gobierno de “unidad nacional”, es una historia triste de fraudes y engaños electorales. Nadie ha comprado más cédulas en este país que Leonel Fernández, Danilo Medina y el PLD. (Yo estuve entre los jefes de la campaña electoral en San José de Ocoa cuando Roberto Santana era candidato a Senador. No logró el escaño porque el PLD le compró alrededor de diez mil cédulas. Fui testigo. Apresé a un dirigente con más de cien documentos personales. Y está vivo porque la Policía me lo quitó de encima).
El PLD (Leonel-Danilo) destruyó al PRD y al PRSC) en su afán de construir un partido hegemónico que duraría en el poder hasta el 2047, según sus planes. El plan era una “dictadura perfecta”, como se instaló en México, hace unos años, con el PRI.
Si en este país no se produjo una revuelta armada en el 2012 fue porque el expresidente Hipólito Mejía lo impidió al no llamar al pueblo a lanzase a las calles para defender su triunfo.
A Hipólito le robaron las elecciones. Fue como quitarle un caramelo a un niño. Me consta. Estaba presente cuando lo llamaron por teléfono varias prestigiosas firmas encuestadoras a “boca de urna” para decirle que había ganado. Eran las cinco de la tarde. Hipólito era el virtual presidente electo. A las seis, una hora después, ya no lo era. ¡Se robaron las elecciones vulgarmente! Pero Hipólito, un demócrata de verdad, no quiso echar el pleito reclamando respeto por la voluntad popular expresa en las urnas, para evitar un baño de sangre.
Fue el PLD, en manos de Danilo Medina, que intentaba reelegirse, que obligó al pleno de la JCE a suspender las elecciones municipales del 2020, ante el fraude colosal que había montado. Si en este país no se produjo una revuelta armada fue porque el expresidente lo impidió.
Durante las elecciones municipales pasadas, que abrumadoramente ganó el PRM, como habían pronosticado todas las encuestas, todos compraron cédulas. El PRM, el PLD, la FUPU, el PRD y hasta el PRSC. Todos, en mayor o menor medida, compraron cédulas. No creo, debo decirlo, que se tratara de una línea política bajada por los órganos de dirección de los partidos. Es la cultura. Es el sistema que lo propicia. Los candidatos a regidores de todos los partidos se dedicaron a esa práctica. Debo decir, que la “compra de cédulas” no fue masiva, como ahora dice Leonel Fernández.
La compra de cédulas es abominable. Hay que tomar medidas para que no suceda en las elecciones de mayo próximo. Debe haber consecuencias para todo el que salga a comprar documentos personales. Y también para el que vende su voto. Nadie puede comprar mi cédula porque no la vendo. Mi conciencia no está en venta. ¡Así de simple! Prohibir las carpas y las multitudes en los centros de votación, es una buena medida de la JCE, al igual que los “gafetes” de los partidos y los candidatos.