Santo Domingo, República Dominicana, miércoles 12 de febrero, 2025

La Usaid y la prensa “independiente”

A raíz de la decisión del presidente Donald Trump de dinamitar la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), debido a lo que él define como “una corrupción tremenda”, en todos los países donde esa entidad ha tenido incidencia, se ha desatado un escándalo de grandes dimensiones por las cuestiones que se han destapado.

En la República Dominicana, por ejemplo, algunos con hachas que afilar contra periodistas “desafectos”, se han ido por la pendiente del chisme, atacando el buen nombre de veteranos comunicadores, quienes han salido a defender su honra y adelantar su disposición de accionar en justicia contra los difamadores.

Sin embargo, la cuestión más grave y deleznable del comportamiento del Gobierno estadounidense a través de esa agencia, ha sido un laborantismo tenebroso en muchos aspectos, uno de los cuales ha terminado minando la reputación de una cantidad impresionante de medios de comunicación en todos estos países.

Y es que, cuando aflora que la Usaid por décadas se ha dedicado a financiar a medios y a periodistas para supuestamente fomentar una prensa “independiente”, en realidad la intención fue poner a estos en contra de los gobiernos no alineados con las políticas de Washington, y que, a través del minado de imagen de estos regímenes, se ha logrado fomentar la desafección de los pueblos y hasta provocar su desestabilización.

De esa forma, la credibilidad de dichos medios y hacedores de opinión ha quedado seriamente agraviada al saberse que su actitud obedecía a una obligación derivada del compromiso económico.

Es decir, que esos medios y periodistas en realidad son independientes de los gobiernos, pero muy dependientes de la agencia, por aquello de que “quien paga, manda”.

Esta cuestión es apenas una porción mínima de la agenda desarrollada en muchos países, pues quizás la más alarmante ha sido el financiamiento a grupos disfrazados de sociedad civil para quienes el Estado debería desaparecer y soltar las políticas públicas en banda, aunque a millones de personas se las lleve el diablo.

Gracias a la actitud del presidente Trump —que no deja de ser retaliación, al fin y al cabo— hemos podido comprobar el papel siniestro que en muchos casos ha desempeñado la agencia, la cual también ha refugiado a conspiradores y desestabilizadores amparados en una calidad supuestamente civil. ¡Bien por Trump!

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