Santo Domingo, República Dominicana, jueves 31 de julio, 2025

Las redes en conflicto con la ley

El manejo irresponsable y alegre de las redes sociales se ha convertido en un ecosistema ampliamente contaminado y de difícil digestión para establecer con claridad dónde está la verdad y dónde la mentira.

Es decir, esa delgada línea que por lo general separa lo falso de lo cierto, tiene su campo más fértil en el contenido que se vierte en las redes sociales, cuando este adelanto, destinado en sus inicios para fomentar la buena convivencia, se transforma en un vehículo propicio para la maldad. De manera aparentemente sutil o inofensiva—a veces disfrazadas de acciones beneficiosas para la colectividad—individuos con intereses ocultos cultivan de esa forma el engaño que logra embaucar a los consumidores de contenidos “informativos”, cuando en realidad es veneno.

Quienes dan seguimiento a esta toxicidad mediática no se dejan engatusar con facilidad, y pueden distinguir la información de la manipulación, el contenido veraz de la mentira o cuando está mediando un fin mercurial en ciertos relatos.

Y también el ojo fino del zahorí puede divisar con relativa facilidad cuál es la movida y seguir el hilo conductor para establecer dónde nace el interés disfrazado.

¿O piensan ustedes que una determinada campañita mediática y de redes sociales que se pone a operar así de sopetón, surge de manera espontánea y no motivada por algún interés particular?

En estos tiempos cargados de malas intenciones, las redes sociales pueden ser la artillería adecuada para intentar derribar posibilidades en lo político o económico, razón por la cual, irse por la vía simple de dar crédito a todo lo que se difunde en estas plataformas, es tan peligroso como caminar en terreno minado.

En este inmenso campo de batalla se cobra para crear contenidos mentirosos y también se paga para que estos sean dimensionados a través de la redifusión, el sazonado de la “información” y conseguir que mentira específica logre posicionarse como tendencia y adquiera categoría de “verdad”.

Sin embargo, son cada vez más numerosas—cientos de millones, pudiéramos imaginar—las personas que están haciendo conciencia y no se dejan confundir por los delincuentes mediáticos que instrumentalizan a los incautos para lucrarse de su ingenuidad o buena fe.

Es lamentable que los procesos judiciales en curso no sirvan de disuasivo para los maleantes de las plataformas. ¡Muy triste!

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