Santo Domingo, República Dominicana, martes 26 de noviembre, 2024

Otra explosión que nos desnuda

Es triste escribir desde el dolor y mucho más desde la consternación. La tragedia de San Cristóbal nos hace ser solidarios y empáticos, nos conmina a sentir el dolor de sus víctimas como si fuera propio… y nos obliga a hacernos las mismas incómodas preguntas de siempre. En ausencia de una investigación oficial, cualquier hipótesis entra en el terreno de la especulación o del morbo; en lo que llega, tenemos que aprender del pasado para evitarlas en el futuro, aunque -siendo honestos- a nosotros, ni aunque nos roben mil veces compramos el candado. ¿Cuántas veces ha ocurrido la misma tragedia?, y, ¿en cada evento no decimos siempre lo mismo?

Frente a cada catástrofe el dominicano demuestra, una vez más, que es solidario hasta que duela; las autoridades reaccionan a su ritmo; los hospitales a plena capacidad; y los bomberos y paramédicos (esos héroes anónimos que nadie recordará hasta el siguiente evento) dejando la piel y arriesgando sus vidas en cada empeño.

No nos engañemos, las capacidades técnicas y financieras de la mayoría de los gobiernos locales son insuficientes para cumplir el rol de supervisión de su predio municipal conforme ordena la ley. La realidad es que son tantos los históricos pendientes, que ordenar el desorden generado por décadas de negligencia no podrán ser resueltos de inmediato.

Reconociendo eso, el desafío es empezar a hacer algo, ya. Nuestras aspiraciones de país en vías de desarrollo y meca del turismo en el Caribe pueden chocar de frente con las contundentes realidades que quedan al desnudo después de cada explosión.

Esta tragedia nos debe enseñar algo (al menos eso) sino, tantas pérdidas de vidas inocentes carecería de sentido.

Urge reforzar capacidades de gobiernos locales; ordenar de manera racional el territorio; racionalizar el uso del suelo; articular planes de respuesta a nivel estatal; apoyar el fortalecimiento de organismos de socorro; dar cumplimiento a mecanismos de supervisión de medidas preventivas; seguimiento a protocolos de reacción y un largo etcétera, porque la lista se antoja eterna, porque ya todo está diagnosticado, escrito y publicado.

Aquí sólo hace falta lo que siempre hace falta: voluntad política para encarar los desafíos. A nosotros nos queda esperar, preparados o no, la siguiente tragedia.

 

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