La campaña electoral, vacía de propuestas, se ha desarrollado como de costumbre: bullanguería callejera, dimes y diretes, descalificaciones, chismes de comadre y un derroche de dinero. Una penosa característica de nuestros procesos. El principal componente de las elecciones es la confianza del ciudadano, del elector, en la transparencia sobre el ejercicio del voto, en que la decisión en las urnas será respetada y que la voluntad de la mayoría determinará la escogencia de las nuevas autoridades en cada demarcación.
Ante ese enunciado, se puede asegurar que el proceso marcha bien de la mano de la Junta Central Electoral, sin que falten voces que pretendan sembrar inseguridad, ojerizas, con periquitos y alharacas. Denuncias y quejas que deben atenderse sin que entorpezcan el proceso, despejando dudas y frenando de cuajo las bellaquerías de los que deliberadamente pretenden enturbiar las elecciones, aunque sabemos que son personas, sectores y/o grupos que saben, que sienten, no lograrán el favor de los votantes.
La igualdad de condiciones, garantizada por la Junta, debe primar y así deben saberlo y creerlo candidatos, partidos y la población votante.
Esta consulta del 18 de febrero tocará todos y cada uno de los municipios, provincias, comunidades del país, y será el ejemplo de lo que podemos esperar el 19 de mayo, cuando se elegirán presidente, vicepresidente y los legisladores.
Salir airosos de esta consulta -en que hay 3,849 puestos en juego- tendrá, entonces, un gran impacto en la campaña y votaciones de mayo, que deben ser tan exitosas como las de febrero, en favor de consolidar la institucionalidad y la democracia dominicana.
