- Agitación en todo el continente: crisis poselectoral en Guatemala, elecciones en Ecuador y Argentina, luego plebiscito constitucional en Chile, mientras EEUU calienta motores para sus primarias, todo, bajo el común denominador de las pasiones radicales
Este domingo se celebra en Ecuador el balotaje para definir quién será el presidente “interino” ¬¬–solo para una año y medio–, pero la pelea por el poder es igual de ardiente entre el joven conservador Daniel Noboa y la izquierdista Luisa González, representante de la corriente de Rafael Correa, quien gobernó con mano férrea ese país sudamericano por diez años.
Esa elección ocurre apenas dos meses después de la celebrada en Guatemala, la cual fue ganada por el izquierdista y reformista Bernardo Arévalo, quien lucha contra un sistema conservador y corrupto que se niega a una entrega pacífica y normal del poder.
Los enfrentamientos entre izquierda y derecha parecen ser la tónica que siguen los países en el continente, con corrientes cada vez más radicales, sin que cobre fuerza alguna tendencia de centro o moderada y alejada de las confrontaciones. Pareciera que a los latinoamericanos nos gusta vivir de crisis en crisis.
En Argentina la situación no es diferente. El favorito de las encuestas es el radical de derecha Javier Milei, quien tiene la ventaja de estar en el momento de la caída del kirchnerismo y el debate, por tanto, no ha resultado todo lo confrontativo que se esperaba.
Pero igual, veremos que los argentinos están en una situación parecida a la de Chile, con un vaivén entre conservadores y socialista o izquierdistas.
Ya antes vimos peleas electorales similares en Colombia, Brasil y Chile –las ganadas por socialistas–, en donde se produjo el movimiento del péndulo, porque el electorado le dio la espalda a los gobernantes conservadores de turno para buscar un cambio.
Lo malo es que el cambio no siempre trae lo que el pueblo espera… y vuelta al movimiento del péndulo.
Estados Unidos parece “contagiado” con este estilo. Demócratas y republicanos se ven confrontados con posiciones encontradas, en las que destaca en un extremo conservador el expresidente Donald Trump –que se resiste a hacerse a un lado a pesar de sus problemas judiciales– y en el lado opuesto el presidente Joe Biden que mantiene un discurso progresista, aunque justo es reconocerlo, sin llegar a posturas extremas.
El populismo no es un discurso exclusivo de la izquierda, esa de Chávez, Evo Morales, López Obrador, Daniel Ortega o el propio Rafael Correa, porque también lo han utilizado, y con éxito, el propio Trump, Jair Bolsonaro, y ahora el argentino Milei.
Lo malo es que este tipo de discursos, así como los radicales ideológicos, suelen provocar división entre las diferentes corrientes de pensamiento de cada sociedad. Las polémicas y discusiones políticas se hacen más fervientes y muchas veces vemos que se llega a la confrontación y entonces estallan las crisis, como hemos visto en Ecuador, Perú, Guatemala y tantos otros países de la región.
Antes de Trump era imposible pensar que habría un movimiento radical que intentara tomar el Capitolio en un esfuerzo por detener la victoria de los demócratas en las elecciones de 2019. En Ecuador se asesina a un candidato presidencial. En Guatemala se utiliza la justicia para gritar un fraude inexistente. La lucha por el poder entre candidatos tan dispares es un peligro latente en casi todas las elecciones en el hemisferio.
Si a eso sumamos que el ejercicio de la política ha perdido el brillo y prestigio de antaño, pues lo que tenemos son escenarios en los que la estabilidad y gobernabilidad caminan siempre en un hilo que puede romperse en cualquier momento.
Los principios y valores de la democracia, esa que debe crear gobiernos “del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, ya no es tan clara ni fácil de encontrar. De hecho, hay demasiadas corrientes autoritarias, algunas de ellas, incluso, muy populares, como es el caso de Nayib Bukele en El Salvador, que sigue rompiendo esquemas de la política “tradicional” y eso lo encamina a una reelección segura el próximo año.
Se debe seguir con atención lo que está sucediendo. Organismos como la OEA y otros subregionales, pueden ser valiosos y necesarios en algunos momentos críticos, sobre todo, lo que se debe fortalecer –y madurar– es la formación democrática de los pueblos, para que se sepa discernir entre los extremos y buscar la mejor opción para cada país. Usar solamente nuestro sentido común no es suficiente. Hay que profundizar en cada candidato, cada trayectoria, partido político y ver lo que puede haber detrás de un simple discurso.
* Expresidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)