En la generalidad de las conversaciones de contertulios, de entremesas, encuentros de un café entre amigos, el tema socorrido desemboca en la situación económica del país, que muchos entienden ‘dificil’ y con perspectivas no halagueñas.
Ciertamente, se percibe un ambiente pesado, enrarecido, cargado, de incetidumbre.
Sin embargo, las informaciones oficiales sobre el comportamiento de la economía, publicadas en los últimos días citan, por ejemplo, crecimientos en las exportaciones (10,4%), remesas (11,2%), inversión extranjera (15,3%), turismo (1,8%), todos entre enero-junio del 2025. Un ingreso de divisas de unos US$23,988.6 millones, un fuerte crecimiento de 8.1% en relación al año récord 2024, lo que proyecta a un nuevo récord para 2025.
El presidente Abinader dijo ante la prensa, hace una semana, pese a estas estadísticas, que la economía dominicana se ha ‘ralentizado’, lo que ha provocado una visible reducción de la inversión pública de capital. La declaración alentó la percepción de ‘crisis’ y apuró la crítica dura de la oposición política, apoyada por acólitos que interactivan desde diferentes tribunas.
La prestigiosa calificadora Moody’s ha dicho que las perspectivas de la economía dominicana siguen muy alentadoras y por ello aumentó la confianza sobre el riesgo. “Altos y sostenidos ritmos de crecimiento económico, que han promediado el 5.0% en los pasados 15 años, y un marcado incremento de los niveles de ingresos per cápita, son el resultado de varios años de estabilidad macroeconómica, de reformas estructurales y de diversificación económica”, dijo.
¿y entonces?
Frente a la adversidad, que admite, Abinader procura sembrar optimismo manteniendo su ritmo positivo. No estaremos boyantes, pero no estamos en crisis. Sorteemos el temporal acuñando la frase popular: “A mal tiempo, buena cara”.