A lo largo de las últimas décadas el mundo ha asistido a una conducta pendular, tanto de los actores del eterno conflicto árabe-israelí como de las potencias, referido a los múltiples intentos por lograr una paz de largo alcance en la que se puede considerar la zona más conflictiva del planeta.
Probablemente el intento más serio fue la Resolución 181 de 1947, mediante la cual la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó el establecimiento de los estados de Israel y Palestina, antes de la partición del territorio.
Esta disposición se ejecutó a medias, pues solo los judíos pudieron establecer su Estado, mientras la parte palestina recibió, de manera sistemática, el boicot para que no se cumpliera su parte, hasta el presente.
Tras aquella Resolución vinieron otras, y otras, y otras, en las cuales una mayoría importante de miembros de la ONU ha manifestado su apoyo a la creación del Estado palestino, sin éxito.
Mientras esta parte se verifica, la zona no ha salido de un conflicto; sus principales actores han suscrito muchos acuerdos de paz, pero sobre una fragilidad que los ha convertido en firmas sobre papel mojado.
Inclusive, actores importantes de los esfuerzos de paz fueron asesinados (Anwar el Sadat e Isaac Rabín), por fanáticos de ambos lados a quienes, directamente o por vía de sus mentores tras bastidores, conviene que la tragedia se prolongue eternamente.
Es decir, los pueblos abogan y gritan paz, pues son quienes a lo largo de esta tragedia han puesto los muertos en grandes cantidades, como ha sucedido con el reciente episodio genocida dirigido por Netanyahu desde la alocada incursión de Hamas el 7 de octubre de 2023.
Lo referido nos trae hasta el momento actual, cuando parte del liderazgo mundial acudió a Egipto para apoyar el plan de paz en Gaza propuesto por el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, esperanzados en que, finalmente, se pueda lograr un cese el fuego definitivo.
Sin embargo, existen aprensiones muy notorias sobre la viabilidad de un acuerdo de paz duradero, cuando sabemos que persisten las cuestiones de fondo que han motivado el largo conflicto.
Dos elementos son los más preocupantes: el desarme real de Hamas y la resistencia de Israel a que los palestinos tengan un Estado. ¿Desaparecerán de manera real? Es la interrogante.