Un amigo, colega, me decía sentir que nos habíamos equivocado al escoger el periodismo, como profesión. 58 años después de entrar en una sala de redacción y a las aulas universitarias, no me arrepiento del ejercicio ininterrumpido como periodista, a tiempo completo. Confieso que no salgo del asombro, del estupor que me produce el ‘periodismo’, la ‘comunicación’ disfrazada de hoy, que ejercen algunos que pretenden descalificar a los que profesionalmente los ponen en evidencia en sus fatuos esfuerzos por torcer la realidad a favor de beneficios, propios o de grupo. Esta apreciación se enmarca en la presentación ácida y desproporcionada sobre el inicio del año escolar: un sistema educacional que ‘no sirve’, que ‘no es inclusivo’, que ‘no enseña’, que está ‘rodeado de corrupción’, de ‘mentiras’, de ‘engaños’. Hay falencias en el sistema. Muchas. Faltan escuelas, aulas, personal de apoyo. Hay irregularidades. Pero creo que el ingreso de 2,6 millones de niños, adolescentes, jóvenes, a las aulas, es significativo. Que son 118,000 profesores y personal de apoyo, en 7,715 escuelas, en unas 73,000 aulas. Que lo es la inversión multimillonaria en transporte escolar, útiles -uniformes, cuadernos, libros, material de apoyo-, desayuno, meriendas, almuerzo. Que lo es la inclusión de materias, temas, como Moral y Cívica. Que lo es el compromiso, la decisión expresada, de apostar, y trabajar, por elevar la calidad de la enseñanza, del aprendizaje. Penoso es que se persista en tratar de guiar a la sociedad por los caminos del sectarismo político y/o del escándalo interesado y personalizado de ‘comunicadores’ y/o pseudos periodistas, que en busca de protagonismos mediáticos y/o para complacer a sus amos enquistados en la partidocracia nacional, se apartan de la verdad, de la objetividad, del bien común.
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septiembre 16, 2025
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