Aunque todos entienden que hay que reordenar la economía, que hay que hacer una reforma fiscal, todos la rechazaron, la torpedearon y provocaron que la misma fuera retirada de las cámaras legislativas.
Si fueron demasiado duras las medidas propuestas en el proyecto de ‘Ley de Modernización Fiscal’, ya la ‘amenaza’ no existe. Hay quienes entienden que le ‘doblaron el pulso’ al Gobierno, al presidente Luis Abinader.
Lo que existe es el mismo problema que provocó la propuesta: hay que conjurar un déficit de 3,1% del PIB para el presupuesto del 2024 (unos $280,000 millones de pesos) que se cubre con préstamos internacionales, acumulando una deuda que cuesta unos $263,816 millones de pesos para cubrir los intereses. Todos dicen entenderlo.
Nos quejamos de los préstamos. Y es correcto.
Nos quejamos de falta de inversión pública. Y es correcto.
Nos quejamos de la alta nómina y los altos gastos del Gobierno. Y es correcto.
Nos quejamos del dinero que se esfuma en la corrupción. Y es correcto.
Quejas que podrían ser satisfechas si se despiden unos 300,000 empleados públicos (de la nómina de 733,000 actual), si se cierran varias dependencias del Estado, si trancan a todos los corruptos -funcionarios y empleados públicos y los que negocian con el Estado, como contratistas y testaferros, incluyendo a los que evaden pagar impuestos, los que se roban la luz, los que sobrevalúan precios de productos y servicios en sus facturas a la administración pública.
El presidente Abinader dijo que no tiene en carpeta someter otro proyecto de Reforma Fiscal. Los que se opusieron ayer, hoy la piden.
La verdad que no entiendo, lo que ‘todos entienden’. ¡Que bruto me estoy volviendo!
