El presidente Luis Abinader dijo el lunes que Senasa no quebrará mientras él gobierne el país y explicó su visión sobre las funciones de esa institución.
En otro orden, planteó, con la misma firmeza, estar disponible para explicar a la cúpula de la Iglesia Católica los porqués de las políticas que aplica su gobierno sobre el impacto que la crisis haitiana y la migración desproporcionada ejerce sobre la realidad dominicana.
En el mundo de la cotidianidad política, unos están de acuerdo, otros no, con las medidas que toma el presidente, con su forma de plantear y resolver los problemas, con su forma de gobernar.
Unos aplauden, otros critican; unos apoyan, otros hacen oposición. Es el juego de la democracia. Un sistema de convivencia institucional que a los dominicanos nos ha dado resultados por más de 59 años, a partir de 1966, con sus virtudes y defectos, con altas y bajas.
Un escenario en que nos han gobernado siete presidentes: Balaguer 22 años, Leonel 12 años, Danilo ocho años, Abinader cinco años, Guzmán, Jorge Blanco e Hipólito, cuatro cada uno, con su personalidad y, por ende, con su estilo de gobernar, de ejercer el poder, de enfrentar los retos cotidianos que impone el puesto.
Abinader se ha caracterizado por dar respuestas, de manera abierta, de cualquiera y todos los temas que cada lunes, por ejemplo, le plantean los periodistas en el encuentro La Semanal. Se equivoca, comete errores, los acepta públicamente y enmienda.
Se podrá estar de acuerdo o no con su visión, planteamientos y decisiones, pero no rehúye a dar explicaciones.
Por el contrario, da la cara.
