Decía Don Germán Ornes, uno de los pilares de las luchas por la libertad de prensa en el país, el hemisferio y el mundo, que la mejor ley de prensa es la que no se ha escrito ni se impone.
En su momento, en la construcción de la democracia, en pleno apogeo de la represión y frente a los amagos constantes de vuelta al totalitarismo, ese enunciado era totalmente correcto.
Vivimos tiempos diferentes. Hoy, por ejemplo, asistimos al grosero acoso a que personeros de la difamación, la injuria, la extorsión tienen sometida a la sociedad bajo la amenaza de difundir cualquier mentira o acusación que se les ocurra, con el mayor irrespeto, no importando el daño que provoque a una persona, a la familia, a la sociedad.
El objetivo de esos ‘temidos’ perversos de ‘renombre’ que hoy desbarran a través de la radio, la televisión y las peligrosas redes sociales, en procurar ganar ‘fama’, acumular ‘viws’ y hacer fortuna.
De ahí que muchos de ellos han pegado el grito al cielo, contra el proyecto de ley puesto en manos de las cámaras legislativas, con el que se pretende establecer mecanismos de regulación idóneos, legales, que ponga freno al desenfreno que nos hemos permitido, por temor u omisión.
El proyecto debe ser discutido y consensuado.
Ojalá, espero, este esfuerzo de ejecutivos de medios periodísticos, el gobierno, expertos en el tema, logre organizar, modernizar y establecer las responsabilidades que debe asumir todo el que apoyado en la libertad de prensa ejerza con respeto su derecho constitucional a expresarse.
Una carrera de 58 años ininterrumpidos ejerciendo un periodismo libre, decente, objetivo, me hace albergar esta esperanza.