El torneo cívico del pasado febrero, discurrió cónsono con lo que la práctica totalidad de mediciones apuntaban; al margen de una que otra oportunidad de mejora y el resabio clásico de quien no tiene ganancia de causa, lo cierto es que la victoria democrática de la elección municipal, surge de la popularidad del gobierno del presidente Luis Abinader y de la escasa eficacia del discurso vertido por la oposición.
En resumidas cuentas, la sociedad se decantó por la asertividad conceptual y el liderazgo de un grupo político y desechó la falta de agudeza y la inconsistencia de otro.
Sinceramente pienso que la afirmación que hago no admite demasiada ponderación; es tan evidente como el resultado mismo.
De los resultados preliminares del 18 de febrero retropróximo se dijo de manera extemporánea que se desprendía una abstención que rondaba el 70 por ciento. Pocos días después vimos cómo dichos resultados no se correspondían con la realidad, y una parte dilatada de la sociedad llegaron a catalogarlos como añagaza del mal perdedor.
De la pretensión de desdibujar el sufragio municipal de principio de año, los mismos de la exigua cantidad de votos en las urnas, salieron a conjeturar sobre la legitimidad del proceso, pero en su ansiedad electoral, obviaron que la comparación con el proceso del 2020 era de fácil constatación y que ilustra más que cualquier juicio de valor. Como para muestra un botón, creo que el caso del alcalde Carlos Guzmán edifica de manera contundente.
El actual incumbente municipal de Santo Domingo Norte obtuvo alrededor de 60,000 votos en 2020. Lógicamente, la sociedad reconoció su triunfo. En 2024, la aún diputada Betty Gerónimo se alzó con la victoria con 73,000 votos. ¿Vale la pena esforzarse en el sin sentido de cuestionar el contundente éxito electoral de esta propuesta?
En iguales términos, Abel Martínez fue electo en 2020 como alcalde de Santiago con el voto favorable de 74,000 ciudadanos. Cuatro años más tarde Ulises Rodríguez, fue elegido para ocupar el mismo puesto, por la voluntad de 97,000 santiagueros.
¿Acaso alguien puede de manera sensata validar en función de la concurrencia la primera selección y reprochar la segunda? ¿Acaso vale la pena exponerse a tanto?
Casos idénticos, se pueden evidenciar de los procesos en el resto del gran Santo Domingo, la Vega, Bonao, San Cristóbal, Haina, Baní, La Romana, San Francisco de Macorís, Moca entre muchos otros, en donde los nuevos titulares electos o reelectos superaron la votación de la elección previa. No se puede pretender razonar con doble estándar y no dejar rastro de ello.
Lo cierto es, que tal como se colige del resultado nacional de las elecciones municipales, el PRM y su poderosa alianza obtendrá en mayo en los tramos presidencial y congresional una victoria, tal vez con resultados sin par en nuestra democracia, tal y como evidencian idénticamente las principales casas de medición y encuestas del país.
Dicho esto, y consientes todos que la democracia descansa sobre la voluntad popular, ¿Vale la pena, hacer pronunciamientos tremendistas sobre la estabilidad nacional? ¿Vale la pena estimular a que jóvenes de la oposición empañen su hoja de vida con argumentos políticos sin fundamentos? ¿Vale la pena que el retiro le llegue a figuras de gran trascendencia del pasado reciente con actitudes impropias de su estatura histórica?
Total, al final lo más importante para los políticos es debatir ideas serias, al tiempo de ir haciendo conciencia de que unas veces se gana y otras se pierde.
Y es que como expresó Eric Hoffer, “Jugar limpio significa, ante todo, no culpar a los demás de nuestros errores”.