Santo Domingo, República Dominicana, martes 22 de octubre, 2024

Valores morales y la Iglesia de San Carlos

En el barrio capitaleño de San Carlos alrededor del parque Abreu, había varios centros educativos en los años 50 del siglo pasado, entre ellos, frente al parque, el Colegio Santo Niño de Atocha, el Colegio La Candelaria, administrado por monjas, la escuela Brasil, el Colegio Nuestra Señora de la Altagracia, dirigido por  jóvenes católicas llamadas altagracianas consagradas a la enseñanza y al servicio social comprometidas con la doctrina social de la Iglesia, eran monjas  que no llevaban el hábito. También el centro escolar de la  Escuela Chile ha jugado un rol en  la formación de nuevas generaciones .

Hubo una especie de consultas de tareas y cursos comerciales en la Emilio Prud Home, un Centro de Enseñanzas y tareas que dirigía el venerable Don Aliro Paulino (padre).

Todos estos centros educativos giraban alrededor del parque, calles próximas o  alrededor a varias cuadras. Quiero decir que la Iglesia que todavía se alza como un símbolo de fe no era simplemente un lugar de oraciones. Su pequeña edificación se convirtió  en montajes de juegos, competencias, modelos sociales y culturales a seguir, bajo el liderazgo impresionante de dos sacerdotes  cuya labor de educación y cuidado espiritual llegó a todos los jóvenes y a los que entonces éramos niños, que nos habíamos bautizados y hubimos de hacer nuestra primera comunión en esa Iglesia bajo la fe de la Iglesia Católica, hablo del padre Miguel y el padre Justo.

El padre Miguel está enterrado dentro de la Iglesia a la entrada de la capilla, su deseo fue quedarse por siempre entre nosotros.

Aludo a este  punto luminoso del entorno barrial de San Carlos,  para tomarlo como referencia frente a la indigencia cultural y social que azota a muchos barrios capitalinos convertidos en ejemplos nocivos de superación y negación de valores éticos, así como  centros escolares desprovistos de aquel tipo de despertar, de lucha por ideales que consustanciaron el ejercicio de la prédica  educativa de formación y  niveles  superiores de conciencia.  San Carlos fue uno de los barrios de la ciudad de Santo Domingo,  cuya juventud levantó en alto la bandera  nacional no permitiendo que el invasor extranjero en 1965, pisoteara sus calles.

Todo esto para valora el papel importante que desempeñan las Iglesias de diferentes credos en la preservación de valores esenciales de nuestra juventud. Se trata de la actitud ante la vida, del comportamiento  solidario y del rechazo a cuantas prácticas degenerativas y procaces minan la salud mental de las nuevas generaciones. No se trata de validar errores o desviaciones propias de la insuficiencia moral, de la degradación y de la falta de conciencia social, sino  de  recuperar el sentido vital, aquello que engrandece  el vivir, la recuperación  absoluta  del amor como ente  de equilibrio de la conciencia fragmentada. Sujetos temporales, los seres humanos podemos  crear las bases y condiciones, para que  el equilibrio  de los instintos y la normativa de la conciencia, puede solidificar  nuestras conductas.

Insistir en valores, en la  construcción de sentido, en hermosear el vivir sujeto a categorías sociales  y fuerzas económicas que impulsen el crecimiento de la propia conciencia humana, realzar nuestro repudio a la violencia en cualquiera de sus dantescas formas  de expresión, convertirnos en  fuerza social de desarrollo y desechar el derrotero del pesimismo y la claudicación.

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