Mientras los cohetes de los terroristas de Hamás caen sobre Israel y la Rusia agresiva sigue sus bombardeos contra zonas pobladas de Ucrania, República Dominicana, en una sabia decisión, flexibiliza las duras medidas tomadas con el cierre de sus fronteras con Haití, como reiteración de las políticas del buen vecino que hemos desplegado a lo largo de esta difícil historia de obligatoria convivencia territorial.
Un paralelismo, salvando dimensiones y distancia, de lo que genera un vecino agresivo y provocador, como sufre Israel con su entorno terrorista, las fronteras de la Rusia imperial de Putin y República Dominicana con el Haití desafiante.
La provocación con la construcción del canal fue respondida con la imposición del cierre de frontera y la denuncia internacional.
Un nuevo desafío llegó el domingo a las puertas mismas del cruce de Dajabón con la pretensión de levantar un muro de blocks y cemento. Esperamos que en la carpeta de los que incitan estas provocaciones, no hayan acciones de violencia, para no tener que convertirnos en Israel y Ucrania ante la agresión de los vecinos.
Ante los ejemplos en otras dimensiones, veo correcta la decisión del Gobierno dominicano de flexibilizar –el comercio de alimentos y medicinas- las medidas tomadas, a fin de responder en el nivel de la presión, sin flaquear, a las élites haitianas que azuza a sus nacionales a buscar reacciones violentas para presentarse ante el mundo como víctimas del imperio de la isla.
Los que aupan el caos en Haití quieren la guerra con República Dominicana. No debemos caer en esa trampa, sin dejar de ser firmes y coherentes con la seguridad y la soberanía nacional.