La admisión pública, sin tapujos ni sonrojo, del senador Ramón Rogelio Genao sobre el porqué, según él, sigue estancado el Código Penal en las gavetas de las cámaras legislativas no es es más que un culto inaceptable a la irresponsabilidad y el descaro.
El proyecto de reforma, modernización y adaptación del Código Penal a la realidad del país y de los tiempos, en el amplio, confuso y enmarañado mundo de la justicia, ha navegado en un turbulento mar de complicidades de grupos que prefieren la anarquía y los laberintos oscuros a las reglas claras y transparentes.
Los que torpedean los cambios que procuran fortalecer la lucha contra el delito han logrado que el pretexto de la disputa estéril sobre la despenalización del aborto, haya abortado el nuevo Código Penal.
En 2016, tras años dando vueltas en las gavetas legislativas, fue aprobado pero observado por Danilo Medina, proponiendo tres causales que autorizaban interrumpir el embarazo, o sea, despenalizar el aborto. En 2024, el presidente Luis Abinader dijo que el proyecto requería de ‘más análisis’.
Ahora la declaración pública del senador Genao: «Las razones por las que el Código Penal ha corrido la suerte de ping pong legislativo, de aprobarse aquí y perimir allí, es fundamentalmente por una presión externa del gobierno y la embajada de los Estados Unidos», pretende dar a entender que el presidente Trump eliminará esa ‘presión’ y ‘permitirá’ a los legisladores dominicanos ‘decidir’ sobre una legislación ‘arrastrada’ en su desgracia por el tema local y legal del aborto.
La admisión de Genao -que creo una excusa baladí- refleja, sin embargo, el sumun de la genuflexión.
¡Cuánta pena y vergüenza!