Los jóvenes nacidos entre finales de los 90 y principios de 2000 se destacan por su firme compromiso con la sostenibilidad y el impacto social. Este grupo demográfico incide significativamente en sus decisiones de consumo e inversión.
De acuerdo con Deloitte, el 47% de ellos prioriza la sostenibilidad, en contraste con el 28% de la población general, marcando una diferencia notable en sus valores y expectativas hacia las empresas y organizaciones.
Su predisposición hacia la responsabilidad social y ambiental subraya la importancia de las políticas corporativas alineadas con estos principios, especialmente en un contexto donde el 48% de los profesionales de relaciones públicas consideran a estos jóvenes como un factor determinante en la reputación corporativa en los próximos cinco años, según el Institute for Public Relations.
La consonancia de valores entre las empresas y estos jóvenes es crucial para fomentar su lealtad y confianza.
La responsabilidad social empresarial (RSE) y la sostenibilidad no son meras preferencias pasajeras para ellos, sino aspectos fundamentales que influyen en sus decisiones de compra.
Un 62% prefiere productos de empresas que apoyan causas afines a sus valores, evidenciando la relevancia de estas prácticas en el ámbito corporativo y gubernamental.
Las organizaciones que no se adaptan a estas expectativas corren el riesgo de perder relevancia ante este importante segmento demográfico, especialmente en República Dominicana.
Gestionar las expectativas de estos jóvenes supone un reto para las empresas, que deben ser capaces de aprender, desaprender y mantenerse flexibles para comprender su visión de la realidad. Este desafío se extiende al sector financiero, donde buscan servicios digitales que sean tanto educativos como entretenidos, y valoran la transparencia y la facilidad de uso en las plataformas financieras.
Su preferencia por entornos de trabajo híbridos, la flexibilidad laboral y el bienestar mental son también aspectos importantes, lo que implica un cambio en las prácticas laborales tradicionales y en la oferta de beneficios por parte de las empresas.
En política y gobernanza, estos jóvenes utilizan todas las herramientas cívicas a su disposición para abordar las cuestiones que les importan, marcando una diferencia con generaciones anteriores en su enfoque y participación.
Están promoviendo un cambio hacia más transparencia, inclusión y acción, siendo altamente críticos de las políticas que ignoran el cambio climático, la desigualdad social y los derechos humanos.
Su activismo trasciende las redes sociales, mostrando disposición a participar activamente en el proceso político, desde votar hasta involucrarse en campañas o movimientos sociales que reflejen sus valores.
Las recientes elecciones municipales, marcadas por un histórico nivel de abstención, sugieren una desconexión entre los partidos políticos dominicanos y las preferencias de estos jóvenes.