Redacción HoraxHora
El expresidente Hipólito Mejía afirma que para enfrentar con éxito el desafío de reducir el impacto de una crisis alimentaria y como consecuencia, una hambruna mundial implica, en primer lugar, incrementar tanto la producción en general, como la productividad por unidad de superficie y, al mismo tiempo, asegurar la sostenibilidad del medioambiente y los recursos naturales.
El exmandatario Hipólito Mejía considera como necesario y urgente mejorar las condiciones de vida en el campo de lograr que todos los actores del mundo rural posean mayores conocimientos y las destrezas, crear y consolidar mecanismos de cooperación internacional que, basados en la solidaridad, explorar nuevas oportunidades de mercado, Utilizar paquetes tecnológicos amigables al medioambiente y fomentar experiencias de participación comunitaria. Y, acceso al financiamiento, entre otras.
Señaló que nuestro planeta, hoy, y nuestros países en particular, está compelido a garantizar la seguridad alimentaria y de no hacerlo, como afirman numerosos organismos internacionales, corremos el riesgo de ser impactados por una hambruna de consecuencias devastadoras.
El expresidente Mejía expresó sus consideraciones de la situación presente y futuro de la seguridad alimentaria, al participar como invitado especial en la Cumbre Ministerial sobre Sistemas Agrícolas y Alimenticios de África y las Américas, que se celebra en Costa Rica, organizada por el Instituto de Investigaciones Centroamericana y del Caribe, IICA, los días 27,28 y 29 del presente mes.
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Esta premisa, dijo, implica que todos los actores del mundo rural deben tener los conocimientos y las destrezas necesarias para buscar soluciones eficientes en cada uno de los eslabones de una cadena que empieza desde la siembra y llega hasta la mesa del consumidor final.
«Es decir, para garantizar la eficiencia en cada eslabón de esa cadena se hace imperativo disponer de recursos humanos calificados», afirmó.
Resaltó que por tal razón resulta ineludible la formación de profesionales con el mayor grado de preparación en el dominio de las ciencias vinculadas al sector agropecuario; en la dimensión propiamente tecnológica; la experticia en el comercio; la transformación de alimentos; la comercialización; y, de manera especial, en la comprensión de la dimensión social del mundo rural.
Manifestó el expresidente que esa comprensión de la dimensión social debe partir de la premisa de que nuestras comunidades agrícolas no son solamente un espacio donde se producen alimentos, sino, que son también un lugar donde se construyen identidades y sentido de pertenencia.
Dijo que en ellas se conciben proyectos de desarrollo personal y comunitario; y se busca, como en efecto ocurre en muchos lugares, preservar el medioambiente y los recursos naturales para garantizar la sostenibilidad.
Es necesario Mejorar las condiciones de vida en el campo
«En otras palabras, el mejoramiento de los sistemas agroalimentarios es inseparable del mejoramiento de las condiciones de vida de los pobladores rurales, aseveró.
Detalló que: «Ese déficit en las condiciones de vida de los pobladores rurales es la causa de uno de los dramas más patéticos de nuestros tiempos. Me refiero a la migración campo-ciudad; esa que cada día saca de nuestros campos a miles de hombres y mujeres que buscan en las ciudades el bienestar que no han podido lograr en sus sitios de origen».
Recalcó que esa migración originada en la pobreza y la exclusión social, está literalmente expulsando de nuestros campos a miles de hermanos y hermanas que cruzan mares, desiertos y montañas, para llegar a otros países en busca de realizar sus sueños.
Afirmó que de esos emigrantes pasan a ser actores vitales del sector agropecuario en aquellos países hacia donde emigran, en detrimento de sus comunidades de origen. La juventud y la mujer rural son dos grupos fundamentales en el debilitamiento de las comunidades rurales.
«En efecto, la evidencia muestra el poco interés que tiene la mayoría de nuestros jóvenes por la agricultura, y el impacto negativo que tiene la migración de la mujer rural en la preservación del tejido social de nuestros campos, especialmente en la familia», reiteró el exmandatario dominicano.
Dijo que la preservación de las familias en el campo está íntimamente vinculada a la generación de empleos de calidad a partir del concepto de crear cadenas de valor desde la agricultura.
Manifestó que un paso fundamental en este trayecto lo constituye la diversificación de la producción versus el monocultivo, privilegiando la producción de rubros de alta demanda, como es el caso de aquellos que se pueden cultivar en ambiente controlado.
«Asimismo, podemos agregar valor mediante el tratamiento y empaque de alimentos en el lugar de producción, así como su transformación mediante la agroindustria.
Al hacer esto, estamos generando empleos y ganancias a nivel local, lo cual contribuye a retener la población en sus comunidades», recalcó.
«Sin lugar a dudas, esos esfuerzos a nivel local y regional fortalecen nuestra capacidad de aumentar las exportaciones y, además, de ofertar productos de calidad a la industria turística, la cual es cada día más relevante en muchos de nuestros países» expresó Mejía.
Para convertir esos desafíos en oportunidades, resulta necesario dar dos pasos fundamentales:
El primero es articular la realidad de cada país o región con la realidad global.
Entre estar medidas está la de aprovechar los recursos locales de manera que contribuyamos a satisfacer las demandas propias y generar excedentes para la economía nacional y regional, y, en la medida de lo posible, para la exportación.
Dijo que otra dimensión ineludible de esa articulación es el uso eficiente de las tecnologías de la comunicación, que nos permitan disponer de información oportuna acerca del comportamiento de los mercados, de manera que aprovechemos los nichos de demanda de los productos que podemos producir, a partir de nuestros recursos naturales y humanos.
El segundo paso consiste en crear y consolidar mecanismos de cooperación internacional que, basados en la solidaridad, nos sirvan para apoyarnos mutuamente, convertir nuestras debilidades en fortalezas y hacer de nuestras ventajas comparativas, genuinas ventajas competitivas.
En ese sentido, uno de los pilares fundamentales de la cooperación que proponemos se basa en el intercambio de información y conocimiento.
Me refiero a: El intercambio de información sobre resultado de investigaciones aplicables más8 allá del ámbito local. El uso oportuno de tecnologías. Explorar nuevas oportunidades de mercado. Utilizar paquetes tecnológicos amigables al medioambiente. Fomentar experiencias de participación comunitaria. Y, acceso al financiamiento, entre otros.
Recalcó que la implementación de estas propuestas resulta inseparable de la búsqueda de estabilidad política, a través del diálogo, del consenso y de la solidaridad.
«Como dijimos anteriormente, la crisis sanitaria, que tocó, literalmente, todos los rincones del planeta, y la7 nueva crisis mundial, que tiene a Europa como su epicentro, repercuten negativamente al interior de cada uno de nuestros países”, enfatizó el experimentado Hipólito Mejía.
Dijo que detener la toma de decisiones para enfrentar la reducción de la producción alimentaria, en los hechos, estamos hablando de una amenaza a la estabilidad política, ya que, por ejemplo, el incremento del precio de los derivados del petróleo, incluyendo de manera particular los fertilizantes, se traduce en el incremento de los costos de producción y el casi inevitable aumento de precio de los bienes alimenticios.
Otro hecho a tomar en cuenta lo constituye la alteración de la cadena de abastecimiento, tanto de materia prima como de productos terminados, la que se produjo como resultado de los acontecimientos mencionados.
En ese contexto, donde existen retos y oportunidades, nuestro principal deber es no dejarnos avasallar por los obstáculos, sino aferrarnos al optimismo y confiar en nuestra capacidad de trabajar juntos para crear oportunidades que nos beneficien a todos.
TEXTO INTEGRO DEL DISCURSO DE HM EN COSTA RICA
(IICA)
JULIO, 2022
Amigos todos:
Agradezco sinceramente la invitación que he recibido para participar en esta importante Cumbre Ministerial sobre Sistemas Agrícolas y Alimenticios de África y las Américas.
Con mucha complacencia voy a referirme a la necesidad de construir puentes de cooperación, que contribuyan a la transformación de sistemas agroalimentarios, donde los países de África y América puedan demostrar su capacidad de cooperar en busca de encontrar soluciones satisfactorias a los problemas comunes, en un contexto mundial altamente complejo y, por qué no decirlo, peligroso.
Los antecedentes históricos que nos unen comienzan en los inicios del siglo dieciséis, cuando fueron traídos a nuestro continente, en contra de su voluntad, millones de hombres y mujeres de África, quienes corrieron la misma suerte que una gran parte de las poblaciones nativas de nuestra América.
Desde entonces ha existido un intercambio en el mundo agrícola entre tres continentes. Por ejemplo, desde África nos llegaron el ñame, algunas leguminosas, el coco, la yerba de Guinea, gallináceas, etc.
A su vez, desde la Española llegaron a África cultivos como la yuca y el tabaco, que desde hace siglos forman parte de la vida cotidiana de ese continente hermano.
Asimismo, desde España nos llegó la caña de azúcar, animales vacunos, equinos y caprinos, entre otros, los cuales transformaron el sistema de producción de alimentos en nuestra región. Podríamos decir que ahí empezó la globalización.
Por tanto, debemos felicitar a los organismos que han tomado la iniciativa para hacer realidad este encuentro.
Estamos hoy reunidos para hablar sobre los desafíos que enfrenta la agropecuaria en un contexto mundial desfavorable, como consecuencia de una crisis sanitaria aún no plenamente superada, y agravada por las consecuencias del conflicto que ocurre en Europa en estos momentos.
Cabría, entonces, preguntarse ¿Cuáles son los riesgos y las oportunidades de nuestra agropecuaria en ese contexto global?
Lo que voy a expresar como respuesta a esa pregunta lo haré a partir de mis vivencias como hombre nacido en el campo, como profesional agrícola, como ex ministro de agricultura, como ex presidente dominicano y, sobre todo, como productor agrícola que ama profundamente el mundo rural.
Nuestro planeta, hoy, y nuestros países en particular, está compelido a garantizar la seguridad alimentaria.
De no hacerlo, como afirman numerosos organismos internacionales, corremos el riesgo de ser impactados por una hambruna de consecuencias devastadoras.
Enfrentar con éxito ese desafío implica, en primer lugar, incrementar tanto la producción en general, como la productividad por unidad de superficie y, al mismo tiempo, asegurar la sostenibilidad del medioambiente y los recursos naturales.
Esta premisa implica que todos los actores del mundo rural deben tener los conocimientos y las destrezas necesarias para buscar soluciones eficientes en cada uno de los eslabones de una cadena que empieza desde la siembra y llega hasta la mesa del consumidor final.
Es decir, para garantizar la eficiencia en cada eslabón de esa cadena se hace imperativo disponer de recursos humanos calificados.
Por esa razón, resulta ineludible la formación de profesionales con el mayor grado de preparación en el dominio de las ciencias vinculadas al sector agropecuario; en la dimensión propiamente tecnológica; el experticio en el comercio; la transformación de alimentos; la comercialización; y, de manera especial, en la comprensión de la dimensión social del mundo rural.
Esa comprensión de la dimensión social debe partir de la premisa de que nuestras comunidades agrícolas no son solamente un espacio donde se producen alimentos, sino, que son también un lugar donde se construyen identidades y sentido de pertenencia.
En ellas se conciben proyectos de desarrollo personal y comunitario; y se busca, como en efecto ocurre en muchos lugares, preservar el medioambiente y los recursos naturales para garantizar la sostenibilidad.
En otra palabras, el mejoramiento de los sistemas agroalimentarios es inseparable del mejoramiento de las condiciones de vida de los pobladores rurales.
Ese déficit en las condiciones de vida de los pobladores rurales es la causa de uno de los dramas más patéticos de nuestros tiempos. Me refiero a la migración campo-ciudad; esa que cada día saca de nuestros campos a miles de hombres y mujeres que buscan en las ciudades el bienestar que no han podido lograr en sus sitios de origen.
Más aún, esa migración originada en la pobreza y la exclusión social, está literalmente expulsando de nuestros campos a miles de hermanos y hermanas que cruzan mares, desiertos y montañas, para llegar a otros países en busca de realizar sus sueños.
Muchos de esos emigrantes pasan a ser actores vitales del sector agropecuario en aquellos países hacia donde emigran, en detrimento de sus comunidades de origen. La juventud y la mujer rural son dos grupos fundamentales en el debilitamiento de las comunidades rurales.
En efecto, la evidencia muestra el poco interés que tiene la mayoría de nuestros jóvenes por la agricultura, y el impacto negativo que tiene la migración de la mujer rural en la preservación del tejido social de nuestros campos, especialmente en la familia.
Lo que acabo de expresar nos lleva a otro tema fundamental para nuestro diálogo. Me refiero a la generación de empleos de calidad a partir del concepto de crear cadenas de valor desde la agricultura.
Un paso fundamental en este trayecto lo constituye la diversificación de la producción versus el monocultivo, privilegiando la producción de rubros de alta demanda, como es el caso de aquellos que se pueden cultivar en ambiente controlado.
Asimismo, podemos agregar valor mediante el tratamiento y empaque de alimentos en el lugar de producción, así como su transformación mediante la agroindustria.
Al hacer esto, estamos generando empleos y ganancias a nivel local, lo cual contribuye a retener la población en sus comunidades.
Sin lugar a dudas, esos esfuerzos a nivel local y regional fortalecen nuestra capacidad de aumentar las exportaciones y, además, de ofertar productos de calidad a la industria turística, la cual es cada día más relevante en muchos de nuestros países.
Amigos todos:
Para convertir esos desafíos en oportunidades, resulta necesario dar dos pasos fundamentales:
El primero es articular la realidad de cada país o región con la realidad global.
Es decir, por ejemplo:
Aprovechar los recursos locales de manera que contribuyamos a satisfacer las demandas propias y generar excedentes para la economía nacional y regional, y, en la medida de lo posible, para la exportación.
Otra dimensión ineludible de esa articulación es el uso eficiente de las tecnologías de la comunicación, que nos permitan disponer de información oportuna acerca del comportamiento de los mercados, de manera que aprovechemos los nichos de demanda de los productos que podemos producir, a partir de nuestros recursos naturales y humanos.
El segundo paso consiste en crear y consolidar mecanismos de cooperación internacional que, basados en la solidaridad, nos sirvan para apoyarnos mutuamente, convertir nuestras debilidades en fortalezas y hacer de nuestras ventajas comparativas, genuinas ventajas competitivas.
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En ese sentido, uno de los pilares fundamentales de la cooperación que proponemos se basa en el intercambio de información y conocimiento.
Me refiero a:
· El intercambio de información sobre resultado de investigaciones aplicables más allá del ámbito local.
· El uso oportuno de tecnologías.
· Explorar nuevas oportunidades de mercado.
· Utilizar paquetes tecnológicos amigables al medioambiente.
· Fomentar experiencias de participación comunitaria.
· Y, acceso al financiamiento, entre otros.
La implementación de estas propuestas resulta inseparable de la búsqueda de estabilidad política, a través del diálogo, del consenso y de la solidaridad.
Como dijimos anteriormente, la crisis sanitaria, que tocó, literalmente, todos los rincones del planeta, y la nueva crisis mundial, que tiene a Europa como su epicentro, repercuten negativamente al interior de cada uno de nuestros países.
En los hechos, estamos hablando de una amenaza a la estabilidad política, ya que, por ejemplo, el incremento del precio de los derivados del petróleo, incluyendo de manera particular los fertilizantes, se traduce en el incremento de los costos de producción y el casi inevitable aumento de precio de los bienes alimenticios.
Otro hecho a tomar en cuenta lo constituye la alteración de la cadena de abastecimiento, tanto de materia prima como de productos terminados, la que se produjo como resultado de los acontecimientos mencionados.
En ese contexto, donde existen retos y oportunidades, nuestro principal deber es no dejarnos avasallar por los obstáculos, sino aferrarnos al optimismo y confiar en nuestra capacidad de trabajar juntos para crear oportunidades que nos beneficien a todos.
Al iniciar estas palabras me referí al intercambio que se produjo entre África y las Américas, por decisión impuesta.
Hoy, en el escenario que nos toca vivir, tenemos el reto de abrazarnos, por iniciativa propia, construyendo puentes sustentados en la hermandad, que nos permitan transitar con optimismo los caminos, llenos de la sabiduría ancestral de nuestros pueblos, y llegar juntos a la mesa del diálogo y el entendimiento, imbuidos de solidaridad.
Ese es el ejemplo de unidad e integración que África y las Américas debemos dar al mundo en estos tiempos de fragmentación y crisis.
Muchas gracias.