Santo Domingo, República Dominicana, lunes 14 de octubre, 2024

Convite y nostalgias banilejas

Cada ciudad del país debería organizar en el Distrito Nacional un gran convite o “juntadera” en el mes de sus fiestas patronales, que es justo y lo que cada noviembre organiza la Alianza Banileja.

El valor de una gran reunión anual es inmenso. Digamos que en una reunión de poco más de seis horas se amontonan los recuerdos de los mayores, se acrecienta el orgullo banilejo de los adultos y los más jóvenes conocen sus raíces, los grandes o pequeños nombres que conforman la comunidad donde viven ellos o vivieron sus padres.

El pasado domingo, en los terrenos de la UNPHU, los banilejos celebramos el Convite, al que uno asiste porque de Azorín aprendió que “vivir es ver volver”. Y así, vuelve a “tirarse” una cacerola de mangos mameyito, banilejo o rosita, a desayunar arepitas de burén en la calle Máximo Gómez con Nicolás Heredia.

Uno vuelve al lugar donde fue feliz y vuelve a serlo. Vuelve ahora, cuando pesan las ausencias y se recuerdan los olvidos, cuando el pelo falta o le ha dado por dibujarse de plata, por volver a jugar al “capú no te abajes”, al “topao libertando”, a recoger la moneda de cinco cheles lanzada al fondo del canal Marcos A. Cabral, en “la curvita de Bienve”, y de paso a marotear tomates en la finca de “La Famosa” con Renato y su escopeta calibre 12.

Cada noviembre, uno vuelve al Convite Banilejo por volver a saborear los frio-frio de Viejo o El Aventurero, los helados de uva de doña Magalis, por volver a ver a Luchy o a Ileana encabezar el Batton Ballet, por “combatir” al Chinito y a Vaquerito en las manifestaciones del Liceo, o volver a cantar El Maestro, de Patxi Andión, en el cine Vaganiona. (Para entonces, para el adiós bastaba un canto).

Uno regresa por volver a leer a Pablo Neruda en los ojos “verdetristemar” de la María del Carmen, ¡ay!, por entrarle a pedradas al teniente Pasón en su “perrera” policial, y con Freddy, Edgar, Radhamés, Yony, volver a ocupar la iglesia y declararse en huelga de hambre porque “suelten de una vez/ los cinco MPD. Si no los sueltan hay candela”.

Como un Marcel Proust banilejo uno vuelve a buscar, aunque sabe que ya nunca jamás encontrará el tiempo vivido, ganado o perdido, los sueños vencidos. (“Y aunque he sido feliz… todavía pienso en ti.”

 

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