Santo Domingo, República Dominicana, jueves 25 de abril, 2024

Ha muerto el periodismo, EPD Robert Vargas

Con la intención de recibir, como siempre, la retroalimentación de tu comentario respecto de cualquier escrito que cuelgue en tu periódico, el periódico de la Provincia Santo Domingo, las más populosa del país. Tú que nos diste identidad y nos legaste la idea y cultura de pertenencia a algo grande e importante, que nos enseñaste qué era ser municipio y provincia, que creíste en nuestras grandezas y las veías y vivías aún sin que nosotros despertaremos a esa realidad, sin que la concibiéramos.

Hoy espero también tus comentarios por estas letras forzadas y dolorosas. “Valentín, me decías, eres una de las pocas personas a las que leo completo, me es imposible no culminar un escrito tuyo”, y aunque fingía no afectarme por ello, por dentro hacía ebullición mi sangre y hacían erupción los volcanes de la emoción.

Porque esas palabras venían de Robert Vargas, un constructor de consciencias, un maestro de las buenas letras, un consagrado periodista inadoquinable, indomable, de un sabio en tiempos de oscuridad, que es lo mismo que decir, de una luz.

Una luz que hoy se apaga para los mortales ojos pero que se enciende e irradia claridad en su camino a los cielos, al lugar donde deban de morar eternamente los buenos.

La infausta noticia me llegó en un mensaje de WhatsApp de tu más fiel discípulo y colaborador Julio Benzant, precedido por una llamada perdida por la misma vía, que por lo mañanero de ella sospechaba lo peor, y lo confirmé al leer en una frase simple, que no por ello dejaba de reflejar el dolor de los que enmudecen ante lo trágico y doloroso: “Robert murió”, y no poder dejar de pensar en las lágrimas al momento de ese esfuerzo talado por la impotencia, tecleado en la aceptación de saberse humano sin poder para cambiar la luctuosa realidad que le devastaba y laceraba. Ahí lloré por Benzant.

Talados hemos quedado, una parte de nosotros nos fue cortada y sufrimos de una pérdida muy propia, de un dolor indeseado, de un sufrir sin consuelo y de un vacío inmenso, de ese vacío que dejan los seres irremplazables, los gigantes, aquellos que opcionaron por la frugalidad de existencia y la fertilidad de aportes.

Espero, mi muy amado amigo, mi admirado maestro Robert Vargas, que una vez más me corrijas el escrito, me leas con entusiasmo y me comentes tu parecer. Hoy lamento haber esperado este acontecimiento para escribir de ti, para hablar de mi admiración por ti, de mi agradecimiento, a pesar de lo muchos que me inspiraste y exhortaste a escribir de otros y de cosas.

Adiós, espero que te haya gustado mi escrito, aunque conociéndote lo dudo, pues siempre quisiste hacer la noticia honestamente a partir de los hechos sin asumir protagonismos o desear ser noticia, ser laureado o vitoreado. Igual, no pude evitar hacerlo. Lo siento por ello y lo siento muchísimo por las razones por las que lo hago.

Tu amigo por siempre,

Valentín Medrano P

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